CREACIÓN LITERARIADESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 9 – JUNIO 2012EL SUEÑOEugenio Arce LéridaMi compañera de asiento se había quedadoprofundamente dormida y el suave traqueteo deltren no me impedía oír las palabras –inconexas ysin sentido- que se escapaban de su boca:-Hace un día espléndido, salón oscuro, la calle…-Yo no tuve la culpa; o quizá si, si, si…- ¿Me querrá? Un pozo, la vida no…-El verde me va mejor; sí, si, el verde…-¿Por qué no me llamaste? Mis ojos al mar…-Hay otras, pero no son tan bonitas. Sí, sí loson…No había nadie más en ese departamento y lasenigmáticas palabras de aquella mujer meintrigaban. Estuve tentado de despertarla; sobretodo cuando en alguna de las frases levantaba lavoz, pero no lo creí prudente por mi parte. Habíaoído que no era bueno para la salud del durmientedespertarlos en esas condiciones. Además, lacabeza se le había vencido hacia mi lado y mihombro hacía de sufrido soporte a su ingravidez.El tiempo y los kilómetros fueron consumiéndosey, al fin, se despertó un poco sobresaltada, porqueel tren hizo un movimiento brusco al pasar poruna estación, probablemente por un cambio deagujas.Se disculpó por haberse quedado dormida y elevóel tono de sus excusas cuando fue consciente deque yo le había servido de involuntario apoyo.Con un tono de voz algo temeroso, dijo quesoñaba en voz alta y que si había dicho algunainconveniencia que la disculpara.Intenté quitarle importancia al asunto. Le dije quesólo se había oído un susurro ininteligible. Nadaque la pudiera conturbar. Se tranquilizó un poco;volvió la cabeza hacia la ventanilla en unasupuesta contemplación del paisaje. Creo queestaba bastante avergonzada, pues se mantuvo enesa posición y en silencio hasta la siguienteestación, en la cual se apeó. Le ayudé a bajar lamaleta y, al comenzar a caminar, vi que cojeabaostensiblemente de la pierna derecha. Se despidióde mí con una sonrisa y la perdí de vista.A mí me quedaba aún un largo trecho porrecorrer. No teniendo otra cosa mejor que hacer,intenté ordenar y dar contenido a lo que habíaoído.Imaginé que la chica comenzó a salir con unchico. De ahí sus dudas sobre su amor. Pensé quetenían una cita: hacía un día agradable. Ella no sedecidía sobre qué vestido ponerse. Al final, sepone el de color verde.En el itinerario al lugar del encuentro, ella esatropellada por un coche (de ahí su cojera).Después del accidente, no tiene forma decomunicarse con él, porque casi no lo conoce. Suno asistencia a la cita es interpretada por el chicocomo falta de interés por su persona. En la fiestaconoce a otras chicas.Estando convaleciente, piensa que podríahaberla llamado, pues él si tenía su teléfono. Lloraabundantemente. Duda si alguna vez sintió algopor ella. Cree que no lo verá más y se sienteinfeliz.Mi estación de destino se aproximaba.Probablemente, nada de lo que había imaginadosería cierto, pero me había entretenido. Prontoolvidaría aquella anécdota de mi viaje.12
DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 9 – JUNIO 2012CREACIÓN LITERARIAMÁS TIEMPOPaula Martín-Moreno RomeroHacía ya varios días que me atormentaba elmismo sueño: una mano gigante me perseguía conla intención de cogerme mientras yo corríadesesperado por un frondoso bosque negro… Sinembargo no era el sueño lo que me aterraba, sinolo que éste significaba. De la tierra de donde yosoy todo el mundo sabe lo que esto quiere decir: eltiempo se acaba para ti. Lo había leído en loslibros y se lo había oído contar a los ancianos,pero nunca pensé que pudiera ocurrirme a mí.Ahora se hacían reales mis peores temores y debíaponerme en marcha antes de que fuera tarde.Es sabido que cuando este sueño se apodera de tumente sólo hay dos cosas que puedes hacer. Laprimera es sentarte y esperar; la segunda es cogerlo indispensable y emprender el viaje hasta lasdunas de plata. No hay mapa que te lleve a eselugar, pero cuentan que quien las busca acabaencontrándolas. Yo no conozco a nadie que hayatenido la necesidad de ir, de hecho, siempre hetenido la vaga esperanza de que fuera unaleyenda. Pero ahora tendría que averiguar enprimera persona si lo que contaban desde antes demi nacimiento era verdad.Cogí mis botas, mi piel de oso, mi brújula, comiday agua para unos cuantos días y marché fuera demi poblado. Salieron a despedirme, como si de unhéroe se tratara; yo, de buena gana le habríacedido mi posición en aquellos momentos acualquiera con mayor ambición aventurera que lamía. Hacía cuatro generaciones que partió elúltimo atormentado por el sueño oscuro, y nohabía regresado. Esto no significabanecesariamente que no hubiera conseguido supropósito, pero sí que el poblado no había vuelto asaber de él. Las expectativas no eran muyhalagüeñas que digamos. Sin embargo, no partíacon las manos vacías, el aprendiz de hechicero mehabía dado unas indicaciones; por lo visto, en susvisiones aparecían personas a las que tenía queseguir o preguntar. Si seguía sus instrucciones notendría ningún problema. Me habló de que estaspersonas contenían espíritus sabios, que secamuflan para no ser reconocidos. “Ellos temostrarán el camino”, me dijo, y yo le creí.No tardaría mucho en encontrarme con elprimero; se trataba de una joven pelirroja y pálida,muy delgada, parecía que flotara en el airedejando una estela a su paso. A ésta no habría másque seguirla. Avanzamos un buen trecho hasta quedesapareció en un encinar centenario. Me senté ydescansé durante dos lunas. Apareció después unenano, con una barba negro azabache que lecubría los pies. “He oído que quieres llegar a lasdunas de plata”, me dijo. “Has oído bien”, lecontesté yo. “No puedo mostrarte todo el camino,y además tendré que cobrarte por miinformación”. “Vengo preparado”, le dije. Elaprendiz de hechicero me había hablado de loscobros de estos espíritus; no es dinero lo quebuscan, sino conocimiento. Mediante unaimposición de manos sobre tu cabeza te privan delas experiencias de una parte de tu vida: puede serun mes, un año, tal vez un lustro… Depende delvalor de la información que tú ansíes. Así creanellos las enciclopedias que guardan en sus almas,una vez adquirido el conocimiento no te lodevolverán por nada del mundo. Son seresautosuficientes e inmortales, no hay truequeposible que pueda satisfacer a los sabios. Yo sabíamuy bien que la información que deseaba era muyvaliosa y estaba dispuesto a dar lo que fuera acambio de despojarme de esta amenaza continuasobre mi vida. Hicimos el trato, él y yo: el sabio yel necio, una parte de vida por unos años más quevivir.El enano me había aconsejado seguir por elcamino prohibido hasta el manantial de hielo, yasí hice. El camino es prohibido porque pertenecióa un noble que enterró allí a su bella esposa contodas las pertenencias de ésta. Se dice que estánbajo las baldosas ámbar, por lo que no se debenpisar. De no cumplir esto aparecerá el noble consu recia espada y… no quieras saber más que el13