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sumario - Bibliotecas Públicas

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ciudad. Las imágenes religiosas desvalijadas delas iglesias se utilizan en los parapetos y defensasde la villa sitiada, y son, naturalmente cosidas aarcabuzazos por ambos contendientes.Es una provocación calculada contra los sitiadorescatólicos, y muy particularmente dirigida hacia loscombatientes españoles, que se retuercen deindignación ante una muestra tan blasfema dedesprecio a lo divino. En un caso, uno de lossoldados españoles trepará solo a una batería,afrontando el tiroteo con que le reciben los deHaarlem, para rescatar la imagen de una virgen,que arrastra dejándose rodar luego para conducirlahasta las trincheras españolas.A medida que se alarga el asedio sin que losrealistas se atrevan a lanzar otro asalto generalcomo los dos ya fracasados, los de Haarlemrealizan sobre las murallas, vestidos con ropassacerdotales, pantomimas blasfemas deprocesiones y misas católicas con el mismo fin deprovocar a los sitiadores.Alba en su laberinto.El asedio de Haarlem y los primeros reveses quesufre Fadrique de Toledo en el intento por tomarla ciudad, coinciden con la enfermedad del duquede Alba. A los habituales ataques de gota delseptuagenario duque, se suman problemaspulmonares que le tienen postrado durante mesesen su cuartel de Nimega. Su ausencia del campode batalla no es precisamente bien entendida. Lossoldados que combaten en Haarlem nocomprenden por qué las operaciones no las dirigepersonalmente su general, y a medida que sealarga el asedio cunde el desaliento, culpando alhijo de Alba, Fadrique, de ineficacia.Alba intentó imponer el silencio en todas lascomunicaciones con España, tanto acerca de lasduras condiciones que soportaban sus tropas anteHaarlem, como de las dudas de su hijo ante elalargamiento del cerco y de la disensión entre losmandos del ejército real sobre la conveniencia demantener el asedio. Pero su rival por el cargo, elduque de Medinaceli, criticó la dejación de Albaen dirigir directamente la campaña, rompiórelaciones con él y volcó su rencor contra el padrey el hijo en su correspondencia a Felipe II, a cuyolado está, socavando la posición del partido deAlba, el príncipe de Éboli y su facción en la corte.Medinaceli y Éboli argumentan que Haarlemhubiera pactado su obediencia al rey si se lehubiera permitido, como a Amsterdam, noalbergar una guarnición española. Fue laobstinación de Fadrique y de su padre, exigiendouna obediencia incondicional, la que habíaconducido a la situación actual. Acusan a lafamilia Alba de algo más: de haber buscadodeliberadamente la ruptura de las negociacionesDESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 9 – JUNIO 201250con Haarlem para poder así asaltarla y saquearla,o por lo menos, entretener a sus tropas impagadasdurante el invierno con el asedio, en la esperanzade obtener a la rendición un buen saqueo o el pagode una fuerte contribución por evitarlo.Todos sospechan que Alba ha cedido elprotagonismo de la conducción de la guerra a suhijo, para allanarle, con el triunfo de la toma deHaarlem, el camino para sustituirle en el cargo. Yla sospecha no circula solo por Madrid. Elrepresentante del rey de Francia en los PaísesBajos, Claude de Mondoucet, también estáconvencido de que éste es el secreto designio del“duque de hierro”.Más allá de esto, se acusa a la política de Alba deser la causa de la actual rebelión, y se juzgaimposible que las provincias sublevadas vuelvan ala obediencia mientras el duque permanezca en sucargo de gobernador. Este último argumento ganapronto la titubeante voluntad del rey, harto de lascomplicaciones en Flandes, pero también del tonoaltivo y recriminatorio con que Alba le escribe undespacho tras otro exigiéndole más dinero y máshombres. Para enero de 1573, mientras la lucha enHaarlem se alarga, Felipe II ha decidido yasustituir al duque al frente del gobierno de losPaíses Bajos. Como la carta de presentar aMedinaceli como el “pacificador” se ha quemadotambién, recurre a su viejo amigo de la infancia yentonces gobernador de Milán, Luis deRequesens, a quien urge para que prepare sumarcha a Flandes. Requesens, se resistirá cuantopueda al nombramiento, y no sustituiráefectivamente a Alba hasta finales del año 1573.No le tuviera por su hijo.Sin embargo, el viejo duque de Alba no está nimucho menos ocioso en su retiro de Nimega.Mientras su hijo dirige el asedio, don FernandoÁlvarez de Toledo sigue ocupándose de todos losaspectos de la guerra. Coincidiendo con el sitio deHaarlem, desde Amberes se envían, una tras otra,expediciones de socorro a la ciudad deMiddelburg, única ciudad todavía realista en laestratégica isla zelandesa de Walcheren. Laconservación de esta villa es vital si se quierereconquistar Zelanda y, en particular, Flesinga, enla misma isla, puerto que controla ladesembocadura del Escalda, y que en manos delos rebeldes, estrangula literalmente el comerciode Amberes y de todos los Países Bajos.En el aspecto político, presiona para que enMadrid se ratifique su acuerdo con Isabel deInglaterra para poner fin a los embargosrecíprocos de 1568 que convierten a los inglesesen enemigos suyos, aunque no declarados. Si en lacorte se dice que este acuerdo no servirá de nada,pues los ingleses ya están interviniendo con tropas

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