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sumario - Bibliotecas Públicas

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toda la casa, recorriendo la vivienda desde el fosoinmundo del silo, hasta los más altos y alejadoscamarones; y no sólo en esa casa, sino que elsonido se propagaba a la vivienda lindera y aúnmás lejos. Era el ruido más normal en unasociedad de agricultores y ganaderos; el sonidode un animal que por hambre o molesto poralguna circunstancia, se removía en su encierro,arrastraba los herrados cascos y daba unos pasospor el empedrado de la cuadra. Así que, cuandodesaparecieron las bestias, el Zarampompónsiguió el mismo destino. Haciendo más o menos(según contaban entonces) lo que hizo elMartinico con el matrimonio que se tuvo quemudar de casa por no poder aguantar las nochesque el duende les “amenizaba”.Conozco un caso que ilustra perfectamente estaexplicación. Un asunto ciertamente espeluznante.Al menos así se lo parecía, a juzgar por la formade relatarlo, a uno de los participantes en él. Alparecer, en una casa donde se había producido elreciente y dramático fallecimiento de su ancianopropietario, unos familiares suyos tuvieron la ideade guardar ganado; lo que se conoce en lenguajecoloquial como “echar cabras”. Pronto empezaronarrepentirse de ello. Porque todas las noches, a lamisma hora, minutos más, minutos menos,comenzaron a oírse unos ruidos que si noprocedían de ultratumba, le andaban muy cerca.Naturalmente los propietarios de las cabras sealarmaron y trataron de descubrir el origen de esos“arañazos mu grandes y mu fuertes”, según ladescripción que del caso me hacía este testigo.Pero por mucho que lo intentaron no podían darcon el origen de ese rascar que sonaba de maneraterrorífica. Y lo peor, era que al escucharse elespantoso ruido, las cabras emprendían unahuída desordenada y se quedaban mirando,temblando de terror, la alacena donde se habíanencontrado muerto hacía unos meses al dueño deaquella vivienda.”Muchacho, ¿tú t’as fijao algunavez en la cara d’una cabra, sobre tó si estàasustá”? Seguía contándome el testigo presencialde esta historia. Y es cierto, yo no sé como será lacara de una cabra “asustá”, pero si hay un animalque tenga un aspecto poco tranquilizador, si lomiras con detalle, es éste rumiante. No en vano hasido considerado a travès de muchas èpocascomo un ser con bastantes buenas relaciones,incluso mejor que buenas, con alguien que esmejor no “mentar”. El caso es que la desbandadade las cabras y la fijeza de sus miradas en laalacena, les causaban más terror incluso que losruidos. Al final, para no alargar más el “caso” yaque esto no es un cuento de terror, cuando estafamilia estaba dispuesta incluso a dejar lavivienda, uno de los ganaderos al llegar una tardecon la piara, observó por casualidad, que la resDESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 9 – JUNIO 201239más vieja del hatajo, se metía en la alacenaabandonada y siguiéndola, vio como empezaba arascar su cuerpo contra lo restos de un zócalo detáblex que aún existía en aquel cuartucho almismo tiempo que frotaba sus cuernos, contra elrevoco áspero de la bóveda que sostenía losescalones para acceder al pajar. El sonidoresultante, al estar el cuarto debajo de la caja dela escalera, de rasillas delgadas y yeso, hacía queésta sirviera de caja de resonancia extendiendo elmacabro sonido por todas las estanciasabandonadas y vacías de la vivienda. Lo cual,junto al “acojone que ellos llevaban ya de por si”,me contaba el relator, hacía que el susto diarioestuviera asegurado. Lo más llamativo es que losanimales se asustaban del ruido que ellas mismasgeneraban. No me contó lo que le pasó a la cabrade los “efectos especiales”, pero es de suponer,como decimos eufemísticamente, que “no tendríafrío. Me parece que el suceso, rigurosamentecierto, puede servir como ilustración perfecta delargumento de éste artículo.Pero, volviendo al nombre de nuestro duende, lomas llamativo, al menos a mí me lo ha parecidosiempre, es cómo la cultura popular, la “voxpopuli, fue capaz de bautizar de forma magistral einsuperable al fantasma que imaginaban, con laonomatopeya del ruido que ellos pensaban quehacía…Me parece genial.Como resumen, hago hincapié en que hay quereivindicar la “entidad” de este trasgo tan nuestroque no aparece, al menos con este nombre, enningún tratado de Vampiros, duendes o similares.Lo cual quiere decir que Él, o al menos alguiende su familia, son de aquí, del pueblo. Propongosolemnemente que el Ayuntamiento, subvencioneunas camisetas para su promoción inmediata.Unas camisetas que podrían ser así: en fondoblanco (por lo de las noches en…), la cara de unamuchachote cubierto con boina y con los ojosenrojecidos y saltones por la falta de descanso.Con la leyenda: “Zarampompón, te aprecio”… yun corazón balanceándose al extremo de unmuelle… ¿qué os parece? …En lo que podría llamarse la segunda parte de esteartículo, trataré de dar explicación (esto siemprees subjetivo) a una tradición o costumbre popularya a punto de desaparecer como tantas otras, quenos advierte de que no se puede o no se debe decomer gachas el día en el que “hay muerto”,porque los difuntos que nos han dejado en esedía,” meten el dedo” en el plato.Parece una tontería arbitraria o la invención dealguna beata. Porque ¿Qué relación puede haberentre los difuntos y la degustación de este platode tanta raigambre manchega? Pues el caso es quesí la hay, y mucha, si atendemos a los usos ycostumbres que heredamos de nuestros

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