24José M. García Montes, Marino Pérez Alvarez, Rubén Fernán<strong>de</strong>z GarcíaDiferenciar el “yo como contexto” <strong>de</strong>l“yo como contenido”Un punto importante <strong>de</strong>l tratamiento esque la persona llegue a enten<strong>de</strong>r que ella noes equivalente a sus conductas. Des<strong>de</strong> luego,la persona está hecha <strong>de</strong> conductas; pero nose pue<strong>de</strong> reducir a éstas. Para poner un ejemplográfico <strong>de</strong> esta i<strong>de</strong>a podríamos <strong>de</strong>cir quela Alhambra no es reductible a las piedras <strong>de</strong>las que está hecha. Es indudable que, encierta medida, la Alhambra son sus piedras–como la persona sus conductas-; pero nosólo. La Alhambra es la configuración queestas piedras toman. Psicológicamente lapersona pue<strong>de</strong> rechazar <strong>de</strong>terminados pensamientos,sentimientos, etc. porque consi<strong>de</strong>reque tener dichos eventos privados suponeserlos. Por ello los componentes <strong>de</strong> esta fasepreten<strong>de</strong>n lograr que el cliente contextualicesus contenidos cognitivos (o conductuales)en un marco más amplio.Así, una metáfora que se suele utilizar esla metáfora <strong>de</strong>l ajedrez: se pi<strong>de</strong> al cliente quese imagine un tablero <strong>de</strong> ajedrez en el quehay fichas blancas y negras jugando una partida.Las fichas blancas serían, p. ej., lospensamientos “positivos” que el pacientetiene, aquellas cosas que le gusta pensar. Porel contrario, las fichas negras son los pensamientos,emociones, etc. contra las que elpaciente ha estado luchando, aquello que haintentado expulsar <strong>de</strong> su vida. Pues bien,planteada así la situación, se pregunta alcliente quién sería él en esta hipotética situación.Por lo habitual, las personas suelencontestar que ellos son las fichas blancas.Ante esta respuesta el terapeuta <strong>de</strong>bería pararsey pedirle al cliente que consi<strong>de</strong>realguna otra posibilidad. Si él no fuera lasfichas blancas ¿quién sería? Se pue<strong>de</strong> sugeriral cliente que tal vez fuera el tablero quecontiene tanto las fichas blancas (los pensamientos,emociones, etc. que gustan) comolas negras (los que no gustan). De hecho,está claro que él tiene (con-tiene) tanto aspectos“blancos” como “negros”. El juego hasido, hasta ahora, intentar que las blancasganen la partida; pero este juego ha resultadomuy poco fructífero y tal vez haya traídomás costos que beneficios. Otro juego posiblesería mover el tablero hacia la direcciónque se estima a<strong>de</strong>cuada, vayan ganando lasblancas o las negras. Tal vez sea más difícilmover el tablero (la persona) cuando lasnegras van ganando la partida; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong>luego que no es imposible.La metáfora que se acaba <strong>de</strong> explicar tienela función <strong>de</strong> cambiar el marco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el queel cliente vive sus emociones o pensamientos“negativos”, aquellos aspectos <strong>de</strong> su experienciaque le molestan. Con el fin <strong>de</strong> que lapersona experimente que él no es equivalentea sus conductas también se pue<strong>de</strong> realizarel ejercicio <strong>de</strong>l observador <strong>de</strong> sí mismo. Esteejercicio consiste, básicamente, en hacer queel cliente haga contacto con la variedad <strong>de</strong>pensamientos, emociones, sentimientos,roles, apariencias, etc. que ha tenido a lolargo <strong>de</strong> su vida. Toda esta variedad no hamenoscabado, sin embargo, su i<strong>de</strong>ntidad personal.Cada uno <strong>de</strong> nosotros ha seguidosiendo él mismo a pesar <strong>de</strong> estar a vecestriste y otras alegre, a veces ilusionado yotras <strong>de</strong>sesperado, a veces ser hijo y a vecesser padre, a veces ser un niño y otras unadulto, etc. Hay algo que permanece constanteen cualquier experiencia que uno tiene.Pues bien, el ejercicio que a continuación se<strong>de</strong>tallará tiene como propósito el que la personahaga contacto con esa experiencia <strong>de</strong>trascen<strong>de</strong>ncia comportamental. Para ello sesolicita al cliente que se siente en una sillacómoda y cierre los ojos. A continuación, sele pi<strong>de</strong> que haga contacto con la situaciónque se presenta en ese momento. Que note elcontacto <strong>de</strong> su cuerpo con la silla y con susropas, con el suelo, su respiración, los ruidos
Refundar la terapia <strong>de</strong> conducta: una propuesta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la terapia <strong>de</strong> aceptación y compromiso25<strong>de</strong> la habitación, etc. Una vez hecho esto sevan presentando distintas situaciones. Porejemplo, se pi<strong>de</strong> que recuer<strong>de</strong> un momentoen que él era un niño <strong>de</strong> pocos años, y tambiénotro en que fuera mayor. O un momentoen que hubiera estado feliz y otro muytriste, etc. Lo importante es que, a medidaque realiza el ejercicio, el terapeuta insistaen que el cliente tendría que hacer contactocon el hecho <strong>de</strong> que hay algo que en todas lassituaciones (por contradictorias que sean) hapermanecido constante: Este “algo” es “elobservador <strong>de</strong> sí mismo”. A pesar <strong>de</strong> que lossentimientos, pensamientos o roles <strong>de</strong>sempeñadospor el cliente han sido muy diversos,el observador ha sido siempre el mismo: élmismo. Se ha <strong>de</strong> insistir que no se trata <strong>de</strong>una “creencia” racional, sino <strong>de</strong> una experiencia.El cliente ha <strong>de</strong> experimentar, realmente,que a pesar <strong>de</strong> haber hecho cosas muydistintas ha seguido siempre manteniendo unaspecto que es común a todas estas conductas:el observador.Desarrollo <strong>de</strong> la voluntadEste objetivo preten<strong>de</strong> poner en prácticatodo lo anterior. Por lo tanto, la mejor forma<strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollarlo es que el cliente, en su vida,vaya progresivamente haciendo aquellascosas que le son valiosas con la sintomatologíaque anteriormente le paralizaba. Unamanera <strong>de</strong> explicar lo que preten<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>circuando hablamos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la “voluntad”viene dada por la metáfora <strong>de</strong>l cubo<strong>de</strong> basura. Se toma la papelera y se llena <strong>de</strong>basura. Si no hubiera, se pi<strong>de</strong> al cliente quese imagine que la papelera está llena <strong>de</strong>basura <strong>de</strong> todo tipo. Entonces le preguntamossi metería la mano en el cubo.Obviamente, la respuesta <strong>de</strong>l cliente sueleser negativa. En una segunda situación, lepedimos que se imagine ahora que en elfondo <strong>de</strong>l cubo hay algo que realmente esimportante para él. Pue<strong>de</strong> ser dinero, la posibilidad<strong>de</strong> establecer una relación con la personaque quiere, la recuperación <strong>de</strong> algunadolencia, etc. ¿Metería la mano ahora elcliente en el cubo? Si aquello que hemospropuesto es verda<strong>de</strong>ramente importante losclientes, efectivamente, meterían la mano enel cubo. Ahora bien, ¿sentirían “asco”? Lomás probable es que sí, pero, a diferencia <strong>de</strong>la primera situación, en esta segunda “sentirasco” tiene un sentido, un propósito. No estamospidiendo al cliente que meta la manoen el cubo <strong>de</strong> basura pensando que es algomaravilloso, o sintiéndose feliz, u oliendo unperfume exquisito. Lo que la voluntad implicaes hacer las cosas y, especialmente, aquellascosas que traen consecuencias psicológicas<strong>de</strong>sagradables por algo que merece lapena. De ahí la importancia <strong>de</strong> haber trabajadoa<strong>de</strong>cuadamente los valores <strong>de</strong>l cliente.Si no hay nada en el fondo <strong>de</strong>l cubo por loque merezca la pena meter la mano, el clienteseguramente no lo hará. Y hará bien nohaciéndolo.Otra metáfora que se pue<strong>de</strong> introducir enterapia y que ilustra el sentido <strong>de</strong> la “voluntad”es la <strong>de</strong> la “mano quemada”. Cuandouno tiene una mano quemada (o ha sufridoalguna lesión, etc.) suele ser recomendableque ejercite la mano. Al hacerlo sentirá seguramentedolor. Ahora bien, este dolor está alservicio <strong>de</strong> recuperar la mano para haceraquellas cosas que el cliente consi<strong>de</strong>ra importantes.La rehabilitación es algo muy doloroso.La voluntad consiste en, sintiendoeste dolor, asumirlo como una parte inevitable<strong>de</strong>l camino que se espera recorrer parahacer <strong>de</strong> nuevos aquellas cosas que unoquiere.Ya por último, la terapia suele finalizarcon una instrucción paradójica y es que, enefecto, todavía no se ha hecho terapia. El terapeuta<strong>de</strong>biera reconocer, a la hora <strong>de</strong> finalizar,que la verda<strong>de</strong>ra terapia comienza en
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