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Introducción - Editorial Sal Terrae

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SENTIDO DE UNA ELECCIÓN 37sexos ha de comenzar por hacerse amor, que sin fidelidad, más aún,sin fidelidad conseguida a precio de esfuerzos, no es tal amor. (...)Pero lo decisivo sigue siendo que lo duro y cruel, y precisamentelo grandioso de la vida, no permite el “diletantismo” de lo eternamentetransitorio y del compromiso “mientras no se acuerde otracosa”. Cada elección es al tiempo una decisión para un futuro niprevisible ni calculado; esto vale para el matrimonio, para la profesióny para las demás decisiones importantes de la vida. ¿Y porqué no ha de ser así? ¿Por qué no ha de saber el joven de 28 o de25 años –si va a ser una de éstas la edad de la ordenación– queabraza, con confianza en el evangelio, un modo de vida en formairrevocable? No sabe qué abismos, crisis, derrotas, desesperaciones,soledades atravesará su camino, puede suceder que –sea apenastomada la decisión o cumplidos ya los 40, 50, 60 años– encuentrede pronto una mujer, que parece encarnar la última y supremadicha de la vida. Pero –pensará–: yo mismo lo he elegido,seguiré mi camino y quedaré de parte de mi vocación y de mi misión,porque creo, porque quiero ser fiel y porque la “quimera” dela vida eterna y del amor de Dios, de mi afiliación al partido de lacruz de Cristo, ha de ser realizada por mí precisamente de esta forma[...].Hasta los fallos en esta fidelidad corroboran –como sucedetambién en el matrimonio– la dignidad de la misma; no desligande ella como carente ya de sentido. Puede darse y es preciso quese dé en la vida una decisión que nos lleve a lo imprevisto y queno admita revisión en sentido retrospectivo. Pero tal decisión no esposible sin fe, sin aceptar la incomprensible locura de la cruz, sinesperar contra toda esperanza, sin obediencia ciega como la deAbrahán y sin oración. (...) El que quiera saberse apoyado en lagracia de Dios, pero sin exigirse a sí mismo todo lo posible, confirmeza y sobriedad, no experimentará jamás cómo incluso los caminosinciertos, que no hemos escudriñado previamente, llevanfelizmente a su término».(K. RAHNER, «El celibato del sacerdote secular, tema de discusión, enSiervos de Cristo. Meditaciones en torno al sacerdocio,Herder, Barcelona 1970, pp. 191-193).

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