CATE Q U E TICA - Editorial Sal Terrae

335Las salidas a esta realidad pueden irpor varios caminos. La primera (la mássencilla y evidente) es aprender a vivircon estos desencuentros (normales encualquier relación tanto entre dos generacionesdistintas, como entre dos personasdiferentes). Pero creemos importante,en una pastoral que apuesta tantopor el diálogo y la apertura, superarestos desencuentros.Y proponemos dos opciones de solución:• Alfabetización simbólica: Cuandoun símbolo necesita de explicación,pierde buena parte del sentido, de sufuerza (imagina que a tu esposa/o,hijo/a, después de darle un beso,tuvieras que explicarle qué significa,por qué se lo has dado, cuál es susentido, etc.). Pero no podemosrenunciar a explicar, aunque seagenealógicamente, el símbolo: dedónde viene, porqué se utilizaba,qué significa en nuestra liturgia... Enun mundo tan presentista, que pierdeel sentido histórico y la cultura dela tradición, los símbolos se van diluyendoy perdiendo. Recuperarlos,explicarlos es una tarea que merecela pena por dos motivos: porque,como decíamos, nuestra religión(cualquier religión) tiene una riquezasimbólica extraordinaria que nopodemos perder; y porque tenemossímbolos, realidades, que si las perdemosdejaría de tener sentido nuestrapropia realidad: el Reino, la Cruz,la salvación...• Actualización de los referentessimbólicos: Pero pensar que toda laculpa la tienen ellos (que no se enterany hay que culturizarlos), sería deuna reducción peligrosa. Nosotrostambién somos sujetos del desencuentro.El educador también debeesforzarse en comprender su mundo,acercarse a él (penetrar, aprehenderlo).Como repetimos continuamente,su mundo no está demonizado. Esbueno, válido y está cargado de símbolosque coinciden exactamente oCATEQ U ET I C A