ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA261«Diario de una misión secreta». El militar deja sentado que para esta épocael país contaba con 150.000 habitantes.En ese entonces casi todos los productos de importación llegaban de losEstados Unidos de Norteamérica, siendo los principales la harina, las carnessaladas, bacalao, arenques, mantequilla, queso, tocino. En realidad estos alimentosvenían a ser los equivalentes a los que se traían de España, país ésteque siguió supliendo las aceitunas, el aceite de oliva, las sardinas, las almendrasel vino y otros productos.Frente a la importación de carnes saladas resulta lógico preguntarse porqué si existía toda una tradición en la preparación de este tipo de alimentose tenía que traer del extranjero. La respuesta es simple: en el campo, haterosy criadores de animales salaban la carne que necesitaban para sí mismosy para sus dependientes, pero encontraban muchas dificultades para hacer-Bacalao salado.Fue productopermanente en ladieta criolla desde muytemprano en la isla deSanto Domingo.la llegar a la capital por lo dificultoso que se hacía su transporte a través delas pésimas vías de comunicación. De allí que los negociantes prefirieran importarlay, además, porque consideraban que la extranjera era mejor preparaday se preservaba mayor tiempo en buenas condiciones.El Teniente Porter emprendió un recorrido desde Santo Domingo a casi todoel Sur y de allí a gran parte del Cibao y al Oriente de la República hastaSamaná. Desde sus inicios el norteamericano fue describiendo con indudablerigor lo más importante de la fauna y la flora del país, acampando en plenomonte y alimentándose con los productos nacionales. En el Tablazo, pertenecientea San Cristóbal, que para la época sólo contaba con seis o siete casas,«....cabalgué hacia la de mejor aspecto, una pequeña choza, que contenía trescuartos...». Y explica: «Ningún piso adornaba la casa; pero la tierra dura, hechalisa y dura por el uso constante, respondía a todo fin» Relata el viajeroque una vez instalado: «Lo mejor que la casa tenía fue sacado para nosotros enuna forma tan elegante como podían hacerlo, y todo estaba limpio. La mesafue preparada con pescado fresco tomado del cercano río, langostas, los pollosmás gordos y los huevos más recientemente puestos; con arroz de su propia cosechay cocinado en una forma que no podemos imitar en casa». A seguidasel viajero continúa: «El plátano y el ñame son el pan suyo».Narra Porter que «Las corrientes abundan con hermosos peces y el puercocimarrón y el ganado salvaje son tan abundantes y los hombres tan diligentesen la caza, que nunca les falta carne. Vacas de la clase más fina estánpastando en la pradera cercana y cabras hermosamente moteadas en grandescantidades están comiendo hierba en las laderas».En San José de Ocoa fue de nuevo agasajado por campesinos: «Me alegrénuevamente de encontrar aquella hospitalidad por la que esta gente era tan celebraday que termina sólo con su falta de medios. En diez minutos la mesa estabapuesta con leche, huevos, miel y queso recién hecho; y en esta miserablechoza comí más a gusto que si lo hubiera hecho estando sentado con reyes».En su recorrido el militar va describiendo otros alimentos del país: cacao,plátano, yuca, aguacates, melones «...en abundancia» Y agrega: «En un es-
ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA262pacio de 210 acres (medida inglesa equivalente a 40 áreas y 47 centiáreas),conté otras tantas clases de frutas, muchas de ellas del sabor más delicioso ytodas agradables al paladar. Hoy la naranja de china, la piña con veintinuevepulgadas de diámetro, el níspero, el caimito, el casmillo, el zapote, el mamey,la guanábana, higos, guineos, cerezas, tamarindo, guayaba, granadillo,pan de fruta, papaya, toronja, pismonoso, coroso, caimono, pepino de Angolay muchos otros, todas deliciosas a su manera». Debemos confesar queno comocemos el «casmillo» ni el «pismonoso», que de seguro se han extinguidoo poseen actualmente otro nombre. El caimono no es otro que el caimoní,nombre dado por los indios al árbol y a la fruta, pequeñita y redonda,no comercial, que cuando se encuentra viene a ser capricho del «maroteo»más que placer del paladar. En lo que concierne al pan de fruta y a su primohermano del árbol del buen pan, ambos fueron llevados por los ingleses desdelos mares del sur a las islas del Caribe para alimentar a los esclavos. Enlos relatos de fines de siglo XVIII y desde comienzos del siglo XIX la mencióndel pan de fruta es constante, y es lógico, pues hervidas sus semillas y desposeídasde la cáscara que las cubre forman parte de los tradicionales manjaresnavideños del dominicano. Se viene creando la costumbre, como variedadde la cocina criolla, de saltearlas en mantequilla para ser utilizadas junto alcerdo, el jamón o el pavo. El buen pan es fruto grande y sólido comúnmenteconsumido tras haberlo hervido con sal o, a veces, frito.Porter no ocultó la admiración que le produjo la existencia de tantos productoscomestibles, aunque como la mayoría de los viajeros, no se interesómucho por la forma en que eran cocidos.Otro norteamericano, fue Randolph Keim, periodista, favorecedor sin tapujosde la anexión de este país a los Estados Unidos, llegó en 1860, en lasvísperas del regreso de Santo Domingo como colonia de España. De sus observacionesescribió un libro titulado Santo Domingo, pinceladas y apuntes deviaje. En sus primeras páginas habla de las embarcaciones cargadas de frutas,vegetales y tubérculos que desde la orilla oriental del río Ozama ganaban laribera occidental para abastecer la ciudad de Santo Domingo. ObviamenteEl pan de fruta, de losmares del sur, nuestracastaña criolla, perocon mayor sabor.