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ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA298nificación del conuco en una sociedad en la que ya se exteriorizaban determinadasevidencias de modernidad. Escribe al respecto: «Los peones, ocampesinos, son aparentemente muy pobres, pero no sufren, ya que cadauno tiene su hortaliza y algunos árboles de cacao, y en un país donde lanaturaleza es pródiga en proveer todas las necesidades de la vida, es pocolo que se require a esta gente sencilla y de buena voluntad». El tono paternalistay la visión paradisíaca de Verrryl no le quita fuerza al argumentode la persistencia y la función económica del conuco en la agriculturade subsistencia.El siglo XX sería usufructuario de un legado gastronómico que por su autenticidady su coherencia histórica estaba destinado a ser patrimonioconnatural de la cocina criolla y punto de partida para ulteriores novedadesculinarias.El atildado poeta Ramón Emilio Jiménez publicó, uno tras otro, en 1927y 1929, los dos tomos de su Al Amor del Bohío con evidente intención de reivindicaralgunas tradiciones dominicanas. Jiménez reseña, con poesía ybuen humor, episodios de la vida campesina en los que las comidas les sonconsustanciales. «El día de la boda ha llegado. El número de fogones fue reforzadodesde la víspera, y todos los platos del vecindario están defendiendo,como guarnición de honor, la plaza culinaria. En el patio un peón descuartizaa golpe de hacha varios trozos de madera destinados a alimentar laroja actividad de los fogones. El puerco asado luce la salsa o «mojo» que lederraman encima con amatistas de cebollas y sangre de rebeldes ajíes, en esperade la hora del ataque decisivo».A la descripción de Jiménez de esa festividad campesina se suman otras deautores que vienen a ratificar el arraigo que en especiales celebraciones tienenciertos hábitos culinarios criollos. En libro de Harry A. Frank, Andandopor las Indias Occidentales, publicado en 1921, reproducido por Vega en LosPrimeros Turistas de Santo Domingo, el viajero norteamericano acercó su olfatoa la vera del mismo cocimiento y relata su experiencia en casa de ricos enJacagua: «Bajo la tupida y amplia sombra de un paternal y viejo mango , seSincretismo ycaprichos delpaladar: las uvasjunto al guineo, lapiña, la manzana,la lechosa.sentaba un peón negro, dando vueltas una y otra vez, sobre un fuego de escogidosy aromáticos haces de leña, a un cochinillo o lechón, ensartado enuna vara de bambú. En la cocina exterior de la deliciosa casa de campo españolade un piso, techada de tejas, un grupo de sirvientes de ébano de ambossexo y de todas las edades, preparaban una docena de otros platos nativos, cuyosimple aroma hacía que un hombre hambriento se retirara a sotavento,con toda la paciencia que pudiera reunir, a esperar el llamado». Y continúa:«En punto de sazón la víctima principal del festín del día, con su piel caobatostadita por su reciente penosa experiencia, bañado por sus propios y tiernosjugos, fue deslizado de la vara de bambú a un plato gigante y le fue reservadoel lugar de honor en la mesa familiar. Flanqueados por todos lados por el productode la cocina, platos rebosados de yuca al vapor, ñame mojado con ajíesnativos, calabaza hervida, batatas rollizas...». Y culmina «Vinos españoles

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