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<strong>El</strong> <strong>cuerpo</strong> y <strong>la</strong> <strong>voz</strong> de Margarita Alexandre<br />
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creyó que él podía estar de tú a tú con Cristaldi y, c<strong>la</strong>ro, hizo un contrato<br />
que, si yo estoy en medio, no lo hace. Él era un productor pequeño<br />
y ese contrato le perjudicó mucho porque Cristaldi, que<br />
contaba con una gran experiencia, tenía el colmillo afi<strong>la</strong>do y le coló<br />
lo que a él le convenía. Yo le hubiera aconsejado mejor, pero él quiso<br />
hacerlo así. Quiso vo<strong>la</strong>r con sus a<strong>la</strong>s.<br />
¿Volvisteis a contactar con el comando Txikia durante el rodaje de<br />
<strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong>?<br />
C<strong>la</strong>ro. Cuando Gillo Pontecorvo estaba ya en Roma, escribiendo<br />
el guion en italiano, los etarras querían saber cómo iba. <strong>El</strong>los cuidaban<br />
su… su obra, ¿no?, que era Operación Ogro. A mí me l<strong>la</strong>maba<br />
Ezquerra, que era el jefe del comando que se cargó a Carrero<br />
B<strong>la</strong>nco. Entonces venían a Italia y yo, como tenía que hacer de intérprete,<br />
iba con ellos a Roma a ver a Gillo.<br />
¿También de manera c<strong>la</strong>ndestina?<br />
Les habían soltado hacía poco. Con <strong>la</strong> Ley de Amnistía en España<br />
habían soltado a Ezquerra, que era uno de los jefes.<br />
¿Dónde te encontrabas con ellos?<br />
Yo vivía en <strong>la</strong> Toscana, en una casa en el campo que se alzaba<br />
sobre una colina. Cuando me l<strong>la</strong>man los etarras, quedamos que van<br />
a venir a esa casa para ir a Roma al día siguiente. Yo había l<strong>la</strong>mado<br />
a Gillo Pontecorvo y le había dicho: Los etarras están aquí y vamos<br />
a ir a ver cómo va el guion. Y Gillo me había dicho: ¡Maledizzione!<br />
¡Porca miseria! ¡Questo film! Como <strong>la</strong> casa estaba en <strong>la</strong> montaña,<br />
quedamos en que al llegar a Montecatini Terme, el pueblo más cercano,<br />
nos l<strong>la</strong>marían para que Rafa o yo bajáramos en un coche a<br />
abrirles camino colinas arriba. Y así fue. L<strong>la</strong>maron a <strong>la</strong>s ocho de <strong>la</strong><br />
mañana: Ya estamos aquí. Entonces Rafa coge el coche y baja a <strong>la</strong><br />
estación. Se entrevista con ellos y les dice: Seguidme. Y ellos detrás,<br />
colina arriba. Bueno, el problema es que aparecen en casa Ezquerra<br />
y dos más. Habían llegado hasta ahí con un coche con matrícu<strong>la</strong> de<br />
San Sebastián, todo viejo, y nada, duermen en casa. Nosotros viví-