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año! Y de este modo, sin decirlo a nadie, todos los días de escuela, voy a ese baño<br />
de azulejos color vino que está entre dos habitaciones de la casa de la maestra,<br />
siempre sintiéndome en falta y esperando que nadie me sorprenda porque sin duda<br />
me regañarían.<br />
Una de tantas mañanas, estoy aburrida e inquieta, y aplico la misma fórmula:<br />
—May I go to the bathroom?<br />
Salgo y llego a mi ya conocido cuarto de aseo. Estoy sentadita, muy tranquila,<br />
haciendo pipí, canturreando una canción que recién aprendí esa mañana y,<br />
observando los moños de mis zapatos negros de charol, cuando de repente y de<br />
manera brusca se abre la puerta y entra un señor. Él también se sorprende al verme<br />
allí. Parece que va a componer algo porque trae una caja de herramientas y viene en<br />
ropa de trabajo. Me asusto y me paro de un brinco, como puedo me subo mis<br />
calzoncitos y cuando trato de salir como ratón asustado escabulléndome por la<br />
puerta, él me detiene y me atrapa.<br />
—¿A dónde vas tan rápido, niñita? ¿Y qué haces tú aquí? ¿No sabes que este no<br />
es el baño para los niños? ¡Ven acá!<br />
Y me jala hacia sí. Me sienta en sus piernas... no entiendo qué pasa, sólo sé que<br />
me quisiera ir de allí y desaparecer. Siento su desagradable aliento en mi oreja y con<br />
una mano me baja mis calzones. Se para, me recarga frente al lavabo y no me deja<br />
mover, se hinca detrás de mí y me restriega algo duro en mi pequeño trasero, hace<br />
unos ruidos muy extraños y después me siento mojada, con algo tibio que me escurre<br />
por las piernas. Quiero llorar, quiero pedir ayuda, pero nadie debe saber que estoy<br />
en el baño de la maestra... coge una toalla y bruscamente me la pasa secándome por<br />
encima, me subo los calzones y sin verme, me dice:<br />
—¡Ándale, escuincla! Córrele a tu salón. ¡Y calladita la boca, cuidado dices<br />
algo, porque vas a ver cómo te va! ¡Ya, y no chilles, que no te pasó nada! ¡A ver si<br />
luego vuelves a venir a visitarme! Y oyendo una risotada que retumba en mis oídos,<br />
me alejo lo más veloz que puedo hacia mi salón.<br />
Entro y silenciosamente me siento en mi sillita, absolutamente perpleja, sin saber<br />
qué hacer, qué decir, cómo actuar. Nadie, ni la maestra se fija en mí. No entiendo<br />
nada, absolutamente nada de lo que pasó. Sólo sé que me siento terriblemente mal,<br />
profundamente triste y confundida.<br />
A la hora de la salida llega mi hermana mayor por mí. Quisiera decirle qué pasó,<br />
pero siento tanta, tantísima vergüenza. ¡Seguro que yo tuve la culpa! ¡Si no me<br />
hubiera ido a meter a ese baño que no era para los niños! ¡Qué fea, qué tonta, qué<br />
sucia niña soy! Jamás se lo diré a nadie. Imagínate lo que diría papá si lo supiera,<br />
¡menos me querría!<br />
Esa noche, finalmente a solas, bajo mis cobijas, en la oscuridad, sollozo<br />
quedamente para que no me oigan, sintiendo un gran miedo de ir a la escuela al día<br />
siguiente. ¿Y si me encuentro de nuevo a ese señor? ¿Qué voy a hacer cuando quiera<br />
hacer pipí? ¡Ya nunca podré ir al baño en la escuela! Sin saber qué hacer y