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como pequeña polilla frente a la luz, alrededor de mi hermana mayor, Violeta, la<br />
artista, la bohemia, la disparatada, la que rompe límites, la que se atreve, la que<br />
reta... incluso la que hace que papá se ponga, verde, azul, rojo, morado...grite como<br />
el Ogro <strong>del</strong> cuento y que al día siguiente esté afónico y desencajado. A veces no está,<br />
a veces se va por el mundo, y a veces pasa temporadas en casa, contando todas las<br />
aventuras que cosechó y las locuras que hizo. Y cuando está... ¡sí que hay fiesta!<br />
Pone música clásica y me jala a bailar como si fuera yo bailarina de ballet, y<br />
brincamos por los sillones, y giramos y damos volteretas, brincos y saltos...<br />
Me acompaña a comer, cuando ya todos acabaron y me hace juegos con la<br />
comida para que la termine. Me lee libros, se pone a dibujar conmigo... ¡cómo la<br />
quiero!<br />
Me saca al parque, o al campo, o a la playa en alguna vacación, y me hace<br />
conectarme con la naturaleza y me siento de repente como una gota más de agua o un<br />
insecto volador, o un ciempiés peludo o una nube de mil formas, conectándome al<br />
Todo en arrobamiento y humildad...<br />
Y a veces, también me ha llevado a museos, como el de Antropología o el de<br />
Arte Moderno... y eso sí que me impresionó mucho. No sé qué se estudie para eso,<br />
pero yo de grande, voy a trabajar en ese lugar. ¡Qué hermoso, cuántas cosas hay que<br />
no sé y que quiero saber! Violeta sabe mucho, me lee, me regala libritos de vida de<br />
santos cuando eran niñitos, los leemos juntas y los platicamos, los vuelvo a leer yo<br />
solita, porque ya casi puedo leer sola! ¡Es tan linda mi hermana Violeta! Que me<br />
pongo muy triste cuando se va y desaparece por mucho tiempo...<br />
Pero lo que más me gusta es lo que estoy tratando de conseguir ahora.<br />
—¡Anda Violetita hermosa! ¡Por favor! ¡Por fa-vor-ci-ti-ti-to! ¿Sí? Ella sabe que<br />
seguiré así por horas... finalmente, se rinde.<br />
—¡Anda pues, pequeña latosilla! Me contesta amorosa y divertidamente,<br />
mientras jala una vieja cobija de un cajón.<br />
—¡Ven, vamos! Dice mientras me toma de la mano.<br />
—¡Vamos Perli y yo a la azotea! Anuncia a los que andan por allí. Mi papá está<br />
leyendo y ni se entera. Yo con aire triunfal y gran sonrisa, comienzo a subir la<br />
escalera metálica que nos lleva a este pequeño oasis en que se convierte la vulgar<br />
azotea con sus ladrillos al aire y sus cuerdas <strong>del</strong> tendedero, pero para mis siete años<br />
en esos momentos, y en ese espacio con Violeta de la mano, palpo por primera vez<br />
un sentimiento maravilloso que luego sabré que se llama LI-BER-TAD.<br />
Allí, brinco, salto, le cuento los juegos que me invento, me ve cómo doy vueltas<br />
rápido, rápido sin caerme, y me lo celebra. Me lleva tomada fuertemente de la mano<br />
y caminamos cerca de la orilla, y siento el vértigo de la altura, pero sé que ella me<br />
está cuidando, asomándome apenitas hacia la calle y viendo miles de lucecitas de la<br />
ciudad hacia lo lejos. Siento el aire, el espacio abierto, me carga y me da vueltas y<br />
yo siento que vuelo, con mis pequeños brazos extendidos, mientras grito y río de<br />
pura alegría.