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consolando a la pequeñita... y ésta se sentía tanto <strong>mejor</strong> así... como cuando su<br />
hermana Mercedes la abrazó hace muchos años en aquel baño de azulejos<br />
verdes...<br />
Y suspirando, más serena, se quedó dormida.<br />
—¿Qué onda con tu vida, niña? Dice el texto. El sonido <strong>del</strong> teléfono celular la<br />
despierta una hora después; con un ojo lee el mensaje de Ana, su querida amiga.<br />
Sonriendo, somnolienta le marca<br />
—¡Hola, querida Anuska!<br />
—¡Oye! ¡Está bien que esté guiándote la mano Sor Juana, Simone de Beauvoir,<br />
o Anna Frank! ¡No sé quién sea, pero el caso es que desde que estás de escritora,<br />
¡ni una triste y lánguida llamada o mensaje!, Le reclama cariñosamente Ana. —<br />
¿Cómo vas, amiga?<br />
—¡Cuéntamelo todo!<br />
—Pues muy bien, de verdad que todo cambia cuando eres más consciente <strong>del</strong><br />
cómo y el por qué. Y sobre todo, se transforma el asunto cuando ya tienes<br />
recuperada en amor a la pequeñita interna (o al pequeñito interno, según sea el<br />
caso) y entonces, seguir “pedaleándole a la bicicleta” como dice Margarita.<br />
Seguir esforzándose por practicar diariamente lo más que se pueda, las tres<br />
herramientas:<br />
famosas<br />
—¿Y ahora qué seguirá? Me pregunto. Tengo tantas dudas aún, tantos puntos<br />
débiles todavía.<br />
—¡Calma, Perla María <strong>del</strong> Mar! Le dijo cariñosamente Ana. Llevas apenas<br />
tres herramientas, y por lo que sé, con todos los 14 módulos <strong>del</strong> Método <strong>Ser</strong> Mejor<br />
<strong>Ser</strong>, son treinta y tantas. Entonces... ¡relax, my dear! ¡Hay más tiempo que vida!<br />
—¡Sí, lo sé! Pero con lo emocionada que estoy, entendiendo y cambiando<br />
cosas en serio finalmente, quisiera no parar hasta tener todo de una buena vez!<br />
—¡Pa-cien-cia...! O sea, “la ciencia de la paz”... ponte en paz, y todo<br />
llegará... le dijo Ana, tomando una cómica postura de buda bajo el árbol sagrado.<br />
—¡Ay, mi Ana! ¡Qué feliz se pone mi Perlita estando contigo! ¡Gracias por<br />
estar aquí conmigo cerca! ¡Vamos a cenar algo! ¿No?<br />
—¡Va! ¿Pasas o paso?<br />
Varias horas después, cuando Perla regresó de su cena, le envió a Margarita<br />
una simple posdata a su carta de la tarde.