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Greenhalgh, Wendy Ann - La meditación y el arte de dibujar

La meditación y el arte de dibujar

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A<br />

ABRIRNOS AL MUNDO QUE NOS RODEA<br />

Cuando nuestras mentes que piensan se acallan, cuando estamos absortos<br />

en <strong>el</strong> fluir d<strong>el</strong> dibujo, d<strong>el</strong> ser sin más, algo mágico empieza a ocurrir. Menos<br />

preocupados por <strong>el</strong> torb<strong>el</strong>lino <strong>de</strong> pensamientos y planes que nos ocupa la<br />

cabeza, empezamos a percibir <strong>el</strong> mundo que nos ro<strong>de</strong>a.<br />

l principio tal vez notemos cosas pequeñas: los colores se vu<strong>el</strong>ven más<br />

intensos, las sombras y las luces más vívidas, <strong>el</strong> viejo jarrón con <strong>el</strong><br />

esmalte agrietado que llevamos un rato dibujando ahora parece llenarse <strong>de</strong> un<br />

grado extraordinario <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle, un rasgo d<strong>el</strong> que antes realmente no nos<br />

habíamos dado cuenta, y eso que lleva cinco años ahí, en <strong>el</strong> alféizar <strong>de</strong> la<br />

ventana <strong>de</strong> la cocina. O damos un paseo hasta la tienda <strong>de</strong> la esquina para<br />

comprar leche y nos tenemos que parar porque nos hemos quedado absortos<br />

por <strong>el</strong> camino mirando los dibujos que ha hecho la escarcha sobre <strong>el</strong> cristal <strong>de</strong><br />

un coche aparcado.<br />

De repente hay cosas que <strong>dibujar</strong> por todas p<strong>arte</strong>s. De camino al trabajo,<br />

escaramujos rojos cu<strong>el</strong>gan sobre los rosales trepadores en <strong>el</strong> jardín otoñal <strong>de</strong><br />

los vecinos. En <strong>el</strong> autobús, la narizota <strong>de</strong> un señor mayor o <strong>el</strong> espeso cab<strong>el</strong>lo<br />

<strong>de</strong> un adolescente hace que nos piquen los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> ganas <strong>de</strong> agarrar un lápiz.<br />

Sentados a la mesa vemos sobre nuestra zona <strong>de</strong> trabajo <strong>el</strong> movimiento <strong>de</strong> un<br />

rayo <strong>de</strong> sol que ilumina <strong>el</strong> vaso <strong>de</strong> agua que tenemos junto al teclado. En <strong>el</strong><br />

parque, en lugar <strong>de</strong> darnos prisa, nos sentamos, con nuestros past<strong>el</strong>es al óleo<br />

quietos sobre <strong>el</strong> pap<strong>el</strong>, sintiendo tan solo <strong>el</strong> viento, <strong>de</strong>jando que <strong>el</strong> sonido <strong>de</strong><br />

los niños en la zona infantil fluya a nuestro alre<strong>de</strong>dor, respirando sin más,<br />

estando sin más, antes <strong>de</strong> seguir dibujando nuestro árbol.<br />

El regalo <strong>de</strong> la atención plena, <strong>el</strong> don <strong>de</strong> la conciencia, es que, al aclarar la<br />

mente, haciendo una pausa y entrando en <strong>el</strong> momento presente, para ser,<br />

sencillamente, se nos ofrece <strong>el</strong> mundo entero; y, sin todas las distracciones que<br />

la mente que piensa mete por medio, adquirimos la capacidad <strong>de</strong> estar más<br />

abiertos al momento, <strong>de</strong> forma más plena y con menos esfuerzo que nunca.

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