Greenhalgh, Wendy Ann - La meditación y el arte de dibujar
La meditación y el arte de dibujar
La meditación y el arte de dibujar
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
M<br />
APRENDER A VER<br />
¿Y si pudieras experimentar <strong>el</strong> mundo como lo hace un niño, y que todo<br />
fuera nuevo, curioso e inesperado? ¿Y si pudieras experimentar <strong>el</strong> mundo<br />
con la mente <strong>de</strong> principiante <strong>de</strong> la atención plena, <strong>de</strong> tal forma que hasta lo<br />
más ordinario y cotidiano se volviera extraordinario?<br />
i primera experiencia <strong>de</strong> dibujo con atención plena y ejercicio <strong>de</strong> ver<br />
ocurrió cuando tenía poco más <strong>de</strong> veinte años. Acababa <strong>de</strong> empezar a<br />
hacer yoga y había tenido mis primeras experiencias <strong>de</strong> <strong>meditación</strong> sentada en<br />
la clase, aunque esto fue antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>scubriera las prácticas <strong>de</strong> atención<br />
plena. Lo único que sabía, aqu<strong>el</strong> día en concreto, era que había encontrado un<br />
ejercicio <strong>de</strong> dibujo bastante intrigante en un libro, cuyo título ya no recuerdo, y<br />
que sentí la inspiración <strong>de</strong> probarlo.<br />
Era verano y estaba en casa <strong>de</strong> mis padres. De pie sobre <strong>el</strong> césped d<strong>el</strong> jardín<br />
<strong>de</strong> atrás, eché un vistazo a mi alre<strong>de</strong>dor buscando algo apropiado que <strong>dibujar</strong>.<br />
El ci<strong>el</strong>o estaba muy azul y podía sentir <strong>el</strong> calor d<strong>el</strong> sol sobre mis hombros.<br />
«Una cosa natural», sugería <strong>el</strong> libro, así que contemplé los árboles <strong>de</strong> mi<br />
hogar <strong>de</strong> la infancia, los arbustos y las plantas <strong>de</strong> hoja perenne <strong>de</strong> los<br />
p<strong>arte</strong>rres, hasta que mis ojos se posaron sobre una rosa gorda, suculenta, muy<br />
florecida. Eso <strong>dibujar</strong>ía, <strong>de</strong>cidí, colocando la silla sobre la hierba junto al<br />
p<strong>arte</strong>rre, sintiendo cómo sus patas se hundían un poco al poner mi peso sobre<br />
<strong>el</strong>la. Sobre mi cabeza <strong>el</strong> viento agitaba las hojas ver<strong>de</strong> oscuro <strong>de</strong> un manzano<br />
silvestre, y los muñones inmaduros <strong>de</strong> los frutos brillaban al sol.<br />
Y entonces miré la rosa. No levanté <strong>el</strong> lápiz. Solo la miré. Mis ojos trazaron<br />
las curvas y ondulaciones <strong>de</strong> los pétalos, siguiendo las intrincadas líneas que<br />
se doblaban unas sobre otras, cubriéndose en p<strong>arte</strong>, tocándose y abriéndose,<br />
conduciendo mi mirada hacia los pétalos apretados d<strong>el</strong> centro. Seguí mirando<br />
aqu<strong>el</strong>la rosa unos cuantos minutos, como me había indicado <strong>el</strong> libro que<br />
hiciera; mirando, <strong>de</strong> hecho, durante bastante más tiempo d<strong>el</strong> que normalmente<br />
habría empleado; mirando casi hasta <strong>el</strong> aburrimiento, hasta <strong>el</strong> punto en que mi