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L<br />
la palabra “piba”. si una buena<br />
canción es una brújula con su propio<br />
campo magnético, el norte de<br />
“Fuiste mía un verano” está exactamente<br />
allí: “Cada piba que pase /<br />
con un libro en la mano / me traerá<br />
su nombre / como en aquel verano”.<br />
El libro puede tener muchos títulos<br />
(Rayuela, Operación Masacre, los<br />
veinte poemas de Neruda, etc.), el<br />
verano no está fechado y la muchacha<br />
no tiene nombre, pero la voz<br />
es inconfundible: el baladista que<br />
reventó los rankings, el chico de la<br />
calle, el galán de Torre Nilsson, el<br />
anfitrión que se arrojó contra el escenario<br />
de Ezeiza con el sonido de<br />
los disparos, el director de cine que<br />
cortó los últimos cuadros en la cabina<br />
de proyección. La multitud es<br />
ilusoria. Detrás de todos los rostros<br />
está Leonardo Favio.<br />
“El primer impacto se da cuando<br />
veo el cine Crystal Palace de Junín<br />
estallado con el estreno de Nazareno<br />
Cruz y el lobo –recuerda Manuel<br />
Moretti–. Yo tenía nueve o diez<br />
años, pero me acuerdo de la cola<br />
infinita. ‘Estas son las películas de<br />
Leonardo Favio’, me dijo mi madre.<br />
Eso fue crucial, porque escucho la<br />
melodía de Nazareno y me parece<br />
tremenda. Es uno de los artistas que<br />
más representa mi argentinidad: el<br />
pueblo, la kermés, lo rural, el conflicto<br />
amoroso, la devoción, el peronismo,<br />
la gente pobre pero también<br />
la instrucción. Mucho del universo<br />
de Leonardo Favio es más fuerte<br />
que el unitarismo porteño. A mí me<br />
marcó a full. Yo me encerraba en el<br />
living de mi casa, escuchaba a los<br />
melódicos y me pegaba unos viajes<br />
alucinantes. Ahí estaba muy prendido<br />
con las canciones de Favio”.<br />
Su origen musical no es ajeno al<br />
devenir del mito. Favio aprendió los<br />
rudimentos de la guitarra con algunos<br />
trueques por trabajo y, hasta<br />
casi sus 30 años, solo se animaba a<br />
cantar en asados y reuniones. Sus<br />
gustos eran una ensalada heterodoxa<br />
que acaso solo permitían los<br />
años 60: desde Jacques Brel hasta<br />
Los Trovadores de Cuyo, pasando<br />
por los Beatles, Facundo Cabral,<br />
Carlos Gardel, Chopin y anatemas<br />
del “buen gusto” como Leo Dan.<br />
Allí, rodeado de amigos o familiares,<br />
solía definirse como “un cantor<br />
de vuelo bajito”. Sin embargo,<br />
Vico Berti, que para 1968 ya estaba<br />
encargado de componer la banda<br />
sonora de El dependiente, comenzó<br />
a meter fichas: “Vos estás para más”.<br />
Le programó una serie de ensayos<br />
con cuatro músicos y, antes de que<br />
Favio pudiera tomar alguna decisión,<br />
ya tenía armados un repertorio<br />
y una gira.<br />
Favio preparó sus primeras armas<br />
como profesional navegando entre<br />
dos mundos. Por un lado, en La<br />
Botica del Ángel, el sofisticado reducto<br />
de San Telmo regenteado por<br />
Eduardo Bergara Leumann, donde<br />
se daban cita el núcleo del Di Tella,<br />
el tango impresionista de Horacio<br />
Molina y los pioneros del café concert.<br />
Simultáneamente, se fogueó<br />
en todos esos clubes del interior<br />
profundo que son la escenografía<br />
de buena parte de sus películas. “Me<br />
acuerdo de que me subí al colectivo<br />
con los músicos y nos hundimos<br />
en la provincia –contaba Favio–. La<br />
verdad es que yo estaba muy nervioso.<br />
Para mí era como un debut<br />
en el Olympia de París, aunque la<br />
realidad era otra. Llegamos a un<br />
club de mala muerte, de luz mezquina.<br />
Todo era de tierra: la calle,<br />
el piso del club, el pelo de la gente,<br />
todo. Ahí fue mi debut”.<br />
A través de Berti, consiguieron<br />
una audición en CBS con el británico<br />
John Lear. El director artístico lo<br />
escuchó tocar la guitarra, lo invitó a<br />
cantar a capela y finalmente levantó<br />
su pulgar todopoderoso. Favio ya<br />
tenía su fecha en el calendario del<br />
sello: 20 de agosto de 1968. Aquella<br />
primera experiencia en el estudio,<br />
por cierto, dejó saldos ambivalentes.<br />
En alguno de los pasillos se<br />
topó con cuatro jóvenes de Belgrano<br />
que también estaban grabando<br />
su primer simple. Si bien comenzaba<br />
con una guitarra zumbona,<br />
una de sus dos canciones tenía un<br />
potencial dramático que Favio consideró<br />
en su sintonía: la evocación<br />
de un amigo ausente subrayada por<br />
los arreglos de Rodolfo Alchourrón.<br />
El cantor tomó nota para el futuro y<br />
se encerró a registrar “Quiero la libertad”,<br />
una composición de Martín<br />
Andrade: el periodista y actor que<br />
había puesto la voz para El romance<br />
del Aniceto… y por entonces interpretaba<br />
a uno de los personajes de<br />
El dependiente (más tarde encarnaría<br />
al mánager de Gatica e incluso<br />
grabaría el off de Perón, sinfonía del<br />
sentimiento). El single, que completaba<br />
“Me siento libre”, vendió<br />
menos de 500 copias: fue un fracaso<br />
rotundo para los estándares de CBS.<br />
“No lo compró nadie –dijo Favio–.<br />
Uno me lo llevé yo, otro se lo quedó<br />
Vico Berti y el otro se lo regalé a<br />
mi mamá. Pero Vico no se resignó,<br />
porque era muy obstinado”.<br />
Los directivos del sello estaban<br />
dispuestos a rescindir su contrato,<br />
pero un providencial hueco en la<br />
agenda propició una segunda oportunidad.<br />
Y vaya si Favio la aprovechó.<br />
Para el lado B escogió “Mi tristeza<br />
es mía y nada más”, una colaboración<br />
con Jacko Zeller de corte beat<br />
y existencialista. El lado A era aquel<br />
misil teledirigido al corazón de una<br />
generación: “Fuiste mía un verano”.<br />
Una canción escrita a cuatro manos<br />
con Berti donde, subido al arreglo<br />
de Marito Cosentino y la guitarra<br />
de Cacho Tirao, Favio evocaba un<br />
amor perdido en la costa atlántica.<br />
El simple era a todo o nada. Y<br />
fue todo. La primera semana de<br />
octubre salió a la calle, las ventas se<br />
dispararon a la estratósfera y Favio,<br />
que estaba metido en el rodaje de<br />
El dependiente, se puso a escribir<br />
con un álbum en el horizonte inmediato.<br />
Era la primavera de 1968.<br />
“Se sentaba con su guitarra y componía<br />
entre las escenas –decía Aníbal<br />
Di Salvo, director de fotografía–.<br />
Creo que las compuso todas<br />
ahí; estaba allá atrás, en el fondo…<br />
y fue un éxito increíble”.<br />
El espíritu del repertorio comenzó<br />
a girar alrededor de una mujer.<br />
La platense Carola Leyton no solo<br />
era la destinataria de “Así es Carolita”,<br />
sino que incluso colaboraba<br />
autoralmente con temas como “Alguna<br />
vez una canción (¿Qué tal?)”.<br />
“Las canciones de Fuiste mía un verano<br />
nacieron en una época mágica<br />
–cuenta Nico Favio, uno de los dos<br />
hijos de la pareja–: el momento en<br />
el que mi mamá y mi papá se conocieron,<br />
y esa misma noche se fueron<br />
a vivir juntos en un pequeño departamento.<br />
Mi abuela Laura y mi<br />
tía abuela Elcira Olivera Garcés los<br />
ayudaban con la renta; mis abuelos<br />
maternos les acercaban viandas con<br />
empanadas, pastel de papa y todo lo<br />
que necesitaban. En esa atmósfera<br />
de noches y madrugadas, de mate<br />
y amigos, nacieron estas canciones.<br />
Nacieron todos estos sueños. Mi<br />
papá se debatía entre un repertorio<br />
de tema social y las canciones<br />
de amor, pero mi mamá le insistía<br />
en que tenía que grabar primero las<br />
canciones románticas”.<br />
Carola tenía buen olfato. En diciembre<br />
de 1968, el sello puso el disco<br />
en la calle y en cuestión de semanas<br />
RCA y CBS tuvieron que unir<br />
sus fuerzas para prensar la demanda<br />
de vinilos. En la portada, un adusto<br />
Favio miraba a cámara con encuadre<br />
rosado y 31 años recién cumplidos.<br />
En la contratapa, un comentario del<br />
cantor le agradecía a los Almendra<br />
y ponía en contexto aquella canción<br />
de Luis Alberto Faintta (sic) y Edelmiro<br />
Molinari. “Este tema, como<br />
dolorosa premonición, era predilecto<br />
de un gran amigo mío: Carlos<br />
Raúl. Murió días antes de que yo<br />
terminara de grabar este LP”. El mito<br />
instalado por décadas señalaba que<br />
la versión de Favio le había ganado<br />
de mano a los Almendra. No es<br />
exactamente así. El simple llevaba<br />
casi tres meses en la calle (se editó el<br />
20 de septiembre de 1968) cuando<br />
Fuiste mía un verano salió a la venta.<br />
En todo caso, el mendocino tenía<br />
prioridad en la difusión y un alcance<br />
más transversal que aquel ignoto<br />
cuarteto de Belgrano.<br />
“Cuando versiona ‘Tema de<br />
Pototo’, Favio traza una conexión<br />
importante –explica Pablo Dacal,<br />
que desde su primer disco con la<br />
Orquesta de Salón se ocupó de<br />
recuperar su repertorio–. No solo<br />
porque la banda no era conocida,<br />
sino porque hace un juego lingüístico<br />
muy importante: rompe<br />
la rima y lo pasa al ‘vos’. Es de los<br />
primeros que empiezan a usar el<br />
‘vos’ con decisión, porque aún el<br />
primer rock & roll hablaba de ‘tú’.<br />
Favio lo porteñiza, quizás por no<br />
ser porteño. Por adoptar todo lo<br />
porteño con esa voz extranjera que<br />
puede tener un provinciano. Así<br />
como los usa en el cine, también<br />
utiliza elementos del radioteatro en<br />
la canción: el ruido de sirenas, su<br />
forma interpretativa casi expresionista.<br />
Con la despreocupación del<br />
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