25.03.2020 Views

Billboard Argentina Enero 2019

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

intuitivo, entrega esos temas a los<br />

orquestadores mientras liga algo<br />

discepoleano con cultura europea,<br />

melodrama y cierta sensibilidad del<br />

rock que lo conmueve, pero para<br />

la cual se siente un poco grande o<br />

ajeno. En Favio cantor, entonces, se<br />

reúnen una serie de elementos de<br />

la época que no se reunían así: por<br />

un lado, un galán de cine de corte<br />

intelectual-popular, muy ligado estéticamente<br />

al existencialismo francés;<br />

por otro, un flaco del orfanato<br />

mendocino. Un poco callejero y un<br />

poco del Bar Moderno”.<br />

El gran hit, de todas maneras, no<br />

fue el tema de Almendra. Fue una<br />

balada en la menor sobre la que<br />

Favio edificó el crescendo dramático<br />

que es la piedra de Rosetta de su<br />

obra como cantante. “‘Ella ya me<br />

olvidó’ es un resumen perfecto de<br />

canción popular argentina –dice<br />

Manuel Moretti–. Es extraordinaria.<br />

La genealogía de Favio no viene de<br />

Italia, pero toda su teatralidad me<br />

remite a esa italianidad argentina: la<br />

épica romántica, profunda, emocional,<br />

del amor y de la belleza. Llorada,<br />

dificultosa. En Favio se enuncia<br />

como un lamento nasal y vocal, que<br />

quizás viene de sus antepasados sirios.<br />

En realidad, lo que diferencia a<br />

Favio de los demás cantantes melódicos<br />

es el corazón”.<br />

El subidón devino en un segundo<br />

long play titulado con su propio<br />

nombre, una película de Eduardo<br />

Calcagno basada en aquella primera<br />

tanda de canciones (con las<br />

actuaciones de Carola, Emilio Disi,<br />

una jovencísima Susana Giménez y<br />

su actriz fetiche: Nora Cullen) y un<br />

halo de histeria alrededor de la flamante<br />

estrella pop. El único rival de<br />

fuste, en ese aspecto, era Sandro. En<br />

el invierno de 1969, mientras Sandro<br />

surfeaba la ola de “Rosa, rosa” y<br />

Favio copaba las tapas de las revistas<br />

del corazón, conformaron el yin<br />

y el yang del ídolo nacional y popular.<br />

Ambos construían una suerte<br />

de personaje, pero los resultados de<br />

sus artificios eran diferentes. Sandro<br />

venía del rock & roll y, aunque su<br />

apuesta estaba más apoyada en el<br />

cuerpo, resultaba más distante. Si<br />

bien subyacía de modo imperceptible<br />

en el candor de sus baladas,<br />

Favio estaba atravesado por el ethos<br />

político de la época. Claro que no<br />

era Serrat ni quería serlo: sus canciones<br />

no tenían contraseña, sino<br />

que estaban perladas por un anhelo<br />

total. Desde allí hacia el peronismo,<br />

un solo paso.<br />

Ni lerdo ni perezoso, el sello<br />

editó una antología y discos como<br />

Hola, che y El talento de Leonardo<br />

Favio, que, si bien escondían canciones<br />

notables como “Juan El Botellero”,<br />

no tenían ningún hit evidente<br />

como punta de lanza. Para mayo de<br />

1971, la revista Siete Días pintaba<br />

con algunos trazos el escenario de<br />

su casa (el mate, la compañía de<br />

Carola, los almuerzos frugales, las<br />

sesiones de acupuntura) y, entre los<br />

bocetos de Juan Moreira y algunos<br />

cachets millonarios,<br />

se preguntaba<br />

por la evaporación<br />

de la efervescencia.<br />

“Yo no necesito ser<br />

un boom –respondía<br />

Favio–. Ahora<br />

soy una institución.<br />

Si no fuera así, los<br />

empresarios, que<br />

conocen muy bien<br />

el negocio, no me<br />

cotizarían tan alto”.<br />

Toda esa calma,<br />

de algún modo, precedía<br />

un huracán.<br />

En efecto: el reingreso<br />

en la escena<br />

fue apoteósico. En<br />

plena primavera<br />

camporista, estrenó<br />

la épica popular<br />

de Juan Moreira y<br />

editó un simple de<br />

extracción folklórica<br />

titulado “Estoy<br />

orgulloso de mi<br />

General”. La conducción<br />

del célebre acto de Ezeiza<br />

lo puso, literalmente, en el ojo de<br />

la tormenta. “Tengo recuerdos de<br />

la filmación de Nazareno y Soñar,<br />

soñar –dice Nico Favio–. Me acuerdo<br />

de acompañarlo a dos shows de<br />

esa época, que entraran los militares<br />

a mi casa… Después de eso, ya<br />

nos fuimos para Las Catitas, luego<br />

a México, después volvimos y de<br />

nuevo partimos. Para cuando tenía<br />

cinco años, mi papá ya estaba recontraprohibido”.<br />

En ese punto, el hilo de su carrera<br />

se pierde en la distancia: entre<br />

la censura, el zeitgeist del rock<br />

argentino y el exilio cafetero en Pereira<br />

(Colombia). Durante su larga<br />

temporada en el extranjero, Favio<br />

vivió como cantor, grabó más<br />

discos y, a medida que su nombre<br />

crecía en el imaginario latinoamericano,<br />

se disolvía en el mercado<br />

juvenil de nuestro país. El hombre<br />

seguía adelante, pero –como diría<br />

Yupanqui– el alma tiraba para<br />

atrás. Se enamoró del vallenato, de<br />

grupos como el Binomio de Oro<br />

o las cumbias de Senén Palacios,<br />

pero apenas consiguió un ejemplar<br />

de Pensar en nada no pasó una<br />

mañana sin escuchar a León Gieco.<br />

A veces parecía más lejos y a veces<br />

más cerca, pero el regreso ya era<br />

una línea en el horizonte.<br />

“Sus canciones resuenan de<br />

forma rabiosa en una generación,<br />

pero el Favio cantor no existió para<br />

las generaciones argentinas posteriores<br />

–dice Dacal–. Quizás por<br />

eso, en un momento, me tomé la<br />

labor de embanderarme: porque<br />

es una figura que quedó totalmente<br />

demodé, porque era el cantor<br />

de las amas de casa. No olvidemos<br />

ese término que usan en Colombia<br />

para hablar de lo que escuchaban<br />

las señoras que limpiaban en<br />

las casas: ‘música para planchar’ o<br />

‘música plancha’. Durante su exilio,<br />

entonces, es olvidado en esta zona<br />

del mundo. Tal vez porque, pasada<br />

la primera instancia, aflora el peronismo<br />

como un recuerdo doloroso<br />

en la figura de Favio: la resonancia<br />

popular de esas figuras pasionales<br />

y juveniles que son los protagonistas<br />

de sus canciones”.<br />

Ahora la ves, ahora no. El corazón<br />

de un pueblo es como la puerta<br />

secreta de H.G. Wells: ahí, en ese<br />

mismo recodo de la cuadra donde<br />

ayer estaba el pasaje, ahora hay una<br />

pared ciega. Por un tiempo, sin embargo,<br />

Leonardo Favio supo tener<br />

la llave en la cintura. Durante su<br />

última performance en el Festival<br />

de Cosquín, bastó que Luciana Jury<br />

dijera un pronombre para que el<br />

público cayera rendido a sus pies:<br />

“Ella, ella ya me olvidó”. Después,<br />

cuando arribó a una zona misteriosa<br />

de la canción, lanzó una serie de<br />

dardos letales. “¡Acá está Juan Moreira,<br />

mierda! –dijo, levantando la<br />

mano como un puñal–. Nazareno,<br />

Nazareno. Desecha el material: la<br />

plata, el oro, por amor. Es un Cristo.<br />

¿Monito? ¡Monito las pelotas! ¡Señor<br />

Gatica!”. Quién iba a sospechar<br />

que la Plaza Próspero Molina entregaría<br />

una ovación de pie frente a ese<br />

mash-up inédito de cine y canciones.<br />

“Ah, tío –soltó la Jury y tiró un<br />

beso hacia el cielo–. En tu nombre,<br />

en todo tu ser”. Desde la pantalla<br />

gigante, la mirada de Favio iluminaba<br />

la plaza como un faro. ¿Acaso<br />

alguien podía olvidarlo?<br />

BILLBOARD.COM.AR<br />

31

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!