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Emergentes<br />
Hiperespacio<br />
Desde Almafuerte, provincia de Córdoba, el grupo<br />
electropop irrumpe con un disco de canciones<br />
acaloradas y estimulantes, perfectas para el costado<br />
más sensual de la pista de baile. Entre Daft Punk y<br />
la escena emergente cordobesa, un proyecto con<br />
ambición desde el minuto cero.<br />
ahí está la chica rubia de rulos y piel morena, voz “pechadora” y<br />
carisma arrollador. Se llama Anastasia Amarante y, además de nombre de<br />
estrella de la bossa nova, cuenta con un reluciente paso por el programa<br />
televisivo La Voz <strong>Argentina</strong>. Sin embargo, para hablar de Hiperespacio,<br />
ese es apenas un hecho anecdótico. Un detalle que imprime color a un<br />
currículum que recién empieza a completarse (2018 fue el año del debut<br />
para el quinteto). Y que felizmente queda de lado frente al impacto generado<br />
por Almafuerte. En el álbum debut del grupo, Amarante es una pieza<br />
fundamental para el espíritu y la empatía que transmiten las canciones,<br />
pero sus cuatro compañeros no son simples piezas de decorado: completan<br />
una delantera digna de ser recitada de memoria, en un trabajo de ensamble<br />
delicado y esbelto.<br />
Esa química grupal es la base del proyecto nacido casi al centro de la<br />
provincia de Córdoba, entre el Valle de Calamuchita y la llanura pampeana.<br />
Allí, los hermanos Emiliano y Gastón Federici (ambos guitarristas)<br />
empezaron a dialogar musicalmente junto al bajista Tomás Montanaro, en<br />
paralelo a su formación como técnicos de sonido. Por esa vía llegó Cruz<br />
Ataide, DJ cordobés que impulsó una redefinición estética y la incorporación<br />
definitiva de una cantante, que terminaría siendo Amarante. Sin<br />
embargo, el pueblo a orillas del dique Piedras Moras siguió funcionando<br />
como base de operaciones artístico-emocional. “Los momentos en los<br />
que más conectamos, entre nosotros y con la música, se dan ahí”, ilustra<br />
Ataide sobre el lugar que nombra al disco, una suerte de refugio creativo<br />
donde se cocinó a fuego lento el envión inicial de la banda.<br />
Trabajado en una escuela-estudio que tienen los Federici allí, Almafuerte<br />
es producto de un nivel importante de perfeccionismo. Eso transmite<br />
el proyecto en otras facetas (por ejemplo, sus videoclips), pero es en la<br />
música donde cobra más relevancia. “Entretiempo” (con Zoe Gotusso),<br />
“En el fuego” (con Nahuel Barbero, de Hipnótica, también coach vocal del<br />
disco) o “Nada es real” dibujan beats amables (de menos de 120 bpm) que<br />
se deslizan como seda en el continuo temporal. Ahí también está la huella<br />
del dúo Valdes, y la etiqueta de “house cordobés” (repetida por el cantante<br />
en sus shows en vivo) parece cobrar aún más sentido, mientras un halo de<br />
Random Access Memories sobrevuela el ambiente. Hacia el final, “Explotar”<br />
y el remix de “Closer”, de Antrim, exponen el costado más clubber del proyecto<br />
y el álbum termina en un punto de conexión con un futuro incierto,<br />
pero auspicioso. Esos ocho minutos de música son, además, la respuesta<br />
perfecta a la pregunta obligatoria: “¿Por qué se llama así la banda?”.<br />
Aziz Asse<br />
Como en una especie de radio que atraviesa<br />
distintos paisajes musicales, Dial es un disco que<br />
apela a la diversidad como matriz. El segundo trabajo<br />
de Aziz Asse recorre una paleta amplia y llena de<br />
excentricidad, y funciona como un quiebre en su<br />
evolución como artista sonoro.<br />
“está todo el día haciendo música ese chabón”, dice franco<br />
Sorgio en un parate en la costanera cordobesa. El DJ marplatense, mánager<br />
de Guli y productor emergente en la ciudad de las diagonales, conoce<br />
bien a ese pibe que no para de crear. Primero como baterista de Bautista<br />
Viajando, luego como parte de proyectos como AntuAntu y Violeta Castillo,<br />
hoy también como quinto músico de Un Planeta. Y, en paralelo, con<br />
un proyecto inclasificable que tiene como referencia principal su nombre<br />
propio y cuenta con dos discos en su haber. En esa línea temporal, Dial<br />
–segundo álbum publicado a fines de 2018– es un quiebre definitivo con<br />
su obra anterior en materia de audio. Un perfeccionamiento evidente de<br />
esa alquimia entre creación musical y producción artística.<br />
“Barazu”, la primera canción, comienza como un track promedio de<br />
LCD Soundsystem. Va ganando cuerpo y expresión de a poco, coquetea<br />
con el sonido de Morbo y Mambo, pero no termina de explotar. “Zumo”,<br />
en cambio, propone de entrada un entramado de líneas de teclados y<br />
guitarras que distienden la atmósfera y estimulan la imaginación. Para<br />
“Suave”, todo está listo para que la música empiece a derretirse y sea<br />
capaz de crear una realidad virtual de sonido hecho forma, materia en<br />
movimiento. El solo de guitarra española sirve para refrescar la atención<br />
y entrega uno de los momentos más bellos del álbum. Por lo menos,<br />
hasta la llegada de “Fake”, una pieza atravesada por el imaginario Radiohead,<br />
que despliega un concierto de programaciones y arreglos finamente<br />
orquestados. “Dedos en dos”, “Toto” y “Vivero mood” amplían<br />
aún más el horizonte creativo. Da la sensación de que cualquier cosa<br />
que suene se va a sentir bien en el cuerpo.<br />
Ese es, en definitiva, el efecto que tiene la música instrumental del<br />
artista platense. Sin una voz que protagonice y capitanee la estructura<br />
de las composiciones, las melodías cantables se multiplican, pero<br />
solo hacen su entrada cuando es momento de dar un volantazo. Cada<br />
canción está diseñada al detalle, con una economía de recursos a la<br />
altura de la vanguardia internacional del pop. Se trata de una especie<br />
de laboratorio de sensaciones musicalizadas, al punto de que las bases<br />
transmiten una calidez que se aprecia como cercana, casi tangible.<br />
Dial es un disco surgido en pequeños espacios, donde la claustrofobia<br />
parece acechar desde las sombras. Sin embargo, el corazón y la aventura<br />
presentes en la obra convierten la atmósfera global en un pequeño<br />
parque de diversiones sonoro, ideal para salir a caminar con auriculares<br />
y entregarse al momento.<br />
GENTILEZAS HIPERESPACIO Y AZIZ ASSE<br />
68 BILLBOARD AR | ENERO, <strong>2019</strong>