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CAPÍTULO XVIII
ALEJANDRO ALEKHINE
En el año 1919, el autor del presente
trabajo se hallaba jugando
algunas partidas con el fuerte aficionado
E. S. Jackson (h.), quien
declaró haber descubierto un jugador-
cuyo estilo le parecía el más
profundo entre el de todos los expertos
existentes. Se refería a Alejandro
Alekhine, una de cuyas partidas
estuvimos analizando. El aserto
resultó profético, pues en menos
de una década Alekhine conquistó
el título de campeón mundial, al
vencer a Capablanca en Buenos Aires,
en un «match» que duró 34 partidas.
Su desempeño de entonces
habló de por sí, particularmente si
recordamos que en el torneo de Nue-·
va York, de 1927, Capablanca había
salido victorioso después de una
exhibición de ajedrez, que indicó
que se encontraba en el más alto
grado de eficiencia y, según la opinión
de muchos críticos, era imbatible.
También debe señalarse que
durante el transcurso de quince años
en «matches» y en torneos, Capablanca
no había sido superado sino
en raras ocasiones, y a grandes intervalos,
pudiendo sólo citarse entre
sus derrotas, la experimentada a
manos de Rúbinstein en San Sebastián,
en 1911; de Lásker y Tarrasch
en San Petersburgo, en 1914, y de
Reti, en Nueva York, durante el
torneo de 1924. U na década pasó
entre las de San Petersburgo y
Nueva York. El término «miedo a
Capablanca» fué inventado .. por los
maestros europeos para indicar la
condición mental de sus adversarios,
cuando se sentaban para oponerse a
una aparente máquina ajedrecística.
En La Habana, Lásker había sido incapaz
de conquistar un solo triunfo
y el destino de Kóstich que, en la
misma ciudad sufrió cinco derrotas,
era motivo suficiente para amedrentar
a un maestro menos decidido que
Alekhine. Ese «match» es ahora historia,
y nosotros sólo hemos incluído
aquí la trigésimasegunda partida,
que demuestra la superioridad de
Alekhine en la contienda.
La inesperada derrota de Capablanca
en la primera partida del
<:match» de Buenos Aires, sin duda
afectó su moral y sólo en pocos jue-·
gos pudo verse actuar al verdadero
Capablanca. Es evidente también,
que el gran maestro cubano se preparó
insuficientemente para la contienda,
ya que su previa experiencia
le había indicado que no era necesaria·
una preparación intensa. No
aceptando como cosa probada que
la superioridad de Alekhine haya
sido establecida por el resultado de
este «match», ella debe ser considerada
por lo menos igual a la demostrada
por Capablanca sobre
aquél anteriormente, en las partidas
jugadas entre ambos.
La notable característica de Ale-