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CAPÍTULO IX
PABLO MORPHY
(1837-1884)
En 1858 Pablo Morphy, un nativo
de Nueva Orleáns, que había conquistado
el primer premio en el
Congreso de Ajedrez Americano celebrado
en Nueva York el año anterior,
visitó Inglaterra y otras naciones
de Europa, y derrotó a los más
notables maestros en forma decisiva.
Su genio supremo es reconocido por
los modernos expertos de todo el
mundo. Sus partidas hablan de por
sí, e indican un talento ajedrecístico
muy superior a su tiempo y generación.
Su mente, instintivamente, reconocía
los profundos principios del
ajedrez, que los maestros modernos
sólo han ,aprendido a costa de diligentes
estudios y profundas investigaciones.
Su superioridad sobre sus
contemporáneos fué indudablemente
mayor que la que haya poseído
cualquier maestro en su época.
La sorprendente característica de
su carrera fué su brevedad, demostrando
que su talento no crecía lentamente,
sino que se hallaba desarrollado
en forma plena en todas sus
partidas, desde los primeros encuentros
realizados en Nueva York.
Los crítico modernos han especulado
bastan te con respecto a la forma
en que Morphy se hubiera comportado
en las rigurosas pruebas que
constituyen los actuales torneos. En
el esfuerzo necesario para las sucesivas
partidas de torneo, resultan
importantes otras cualidades, además
del talento ajedrecístico. Morphy
demostró su fastidio por ciertos
aspectos del juego de «match» y de
torneo, y gran sensibilidad para las
trivialidades que inciden continuamente
contra la victoria en las competiciones
actuales. También es notable
el hecho de que un campeón
se vuelve más y más vulnerable,
luego que sus métodos han sido cuidadosamente
estudiados por sus adversarios,
y particularmente cuando
empieza a publicarse la historia de
su éxito, con sus partidas, indicando
al lector astuto algunos de los principios
fundamentales de su juego. El
genio en ajedrez, como en otras actividades,
lleva en sí nuevas ideas,
pero ellas son rápidamente asimiladas
por los otros maestros. Esto ha
sucedido con Capablanca. Stéinitz y
Lásker reinaron como campeones
por un cuarto de siglo cada uno,
a pesar de que tuvieron que derrotar
a todos los demás y luchar también
entre ellos. El estilo característico
de un supremo maestro es,
naturalmente, imitado. La treta de
Lásker era colocar una torre en la
tercera fila para darle la máxima
movilidad y la simple jugada D 3 R,
de Capablanca, son ejemplos de ello.
En suma:, Morphy fué un aficionado
a quien le faltó el estímulo de
las continuas competiciones que espolea
al profesional de torneo a
torneo. Con el incremento del nú-