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52 BARNIE F.. WINKELMAN
época, sin perder en absoluto su ori- la más curiosa naturaleza. Movidas
ginal frescura. Al igual que un ar- sobre las cuales los maestros han
tista, el gran maestro merece un pensado profundamente, son critilugar
de privilegio en la estimación cadas con dureza por jugadores de
pública. Su obra es digna de ocupar tercer orden y se ofrecen sugestioun
alto rango entre todas las artes, nes que en la mayoría de los casos
porque no sólo personifica al genio tienen muy pequeño mérito. Que los
creativo del artista, sino también la maestros acepten todos esos comenhabilidad
para conquistar toda opo- tarios en buena forma, como suele
sición. Una persona puede estudiar suceder, es un tributo a su alta inajedrez
durante toda su vida y lle- teligencia, cultura y paciencia.
gar a ser un excelente jugador y, a En pocos campos de la actividad
pesar de ello, sus partidas jamás po- humana, como en el ajedrez, resulta
drán ser consideradas como parte tan grande la brecha que separa al
de la literatura ajedrecística, porque maestro profesional del más talenen
los encuentros con los otros maes- toso aficionado. Más allá del gran
tras de su época, nunca tiene ocasión talento que ambos puedan tener,
de demostrar su habilidad, a causa existen los factores del conocimiende
una pequeña inferioridad de su to, de la experiencia y del poder de
fuerza ajedrecística. Las produccio- concentración. El ajedrez se parece
nes artísticas ·de muchos talentosos a una dama celosa, y en un encuenexpertos
se hallan sólo limitadas a tro entre aquellos cuya mente se
partidas llevadas a cabo contra ju- halla dedicada por entero al juego
gadores débiles y, por tanto, no son y los que además tienen sus ocupamuy
apreciadas en la literatura. ciones particulares, ella se inclina
Además, debe tenerse presente necesariamente hacia los aue le son
que son necesarias dos partes para más adeptos. De cualquie manera,
producir una obra de arte en aje- no deberían existir envidiosas comdrez.
El vencedor debe jugar bien, paraciones entre la tarea del profepero
el vencido, por su parte, debe sional y la del aficionado; hay amofrecer
el máximo de la oposición plio campo para ambos.
en todo momento. De lo contrario, Afortunadamente, las barreras que
el juego pierde su valor y las notas existen entre el veterano maestro
referentes a las brillantes variantes y los mejores aficionados que surque
podrían haberse presentado, re- gen, no resultan infranqueables. Casultan
una pobre substitución de una da año las partidas de los torneos
partida real. Por tal causa, el aje- demuestran la existencia de nuevos
drecista debe tener en alta consi- valores de la naciente generación
deración a un meritorio adversario que logran mantener su jerarquía al
y ser condescendiente hacia los erro- enfrentarse con la acumulada experes
de los otros. Esto es aplicable no riencia de los más viejos expertos.
sólo a los que juegan, sino también Por otra parte, el gran número de
a aquellos que en un importante tor- entusiastas dél ajedrez, que poseen
neo no son más que simples especta- una fuerza escasamente menor que
dores. Los últimos deberían tener la de los maestros y que desarrollan
asimismo un sano respeto por los sus verdaderas actividades en otros
conocimientos que poseen los con- campos, constituye un excelente
tendores. A menudo, en encuentros concurso público para el trabajo
importantes, se oyen comentarios de realizado por los grandes del tablero.