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Ajedrez Moderno – Barnie F. Winkelman (ryj)

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cho antes que comience el juego.

De esta manera, el tiempo es con­

servado desde las movidas de la

apertura, para ser empleado en al­

gún momento crítico. El maestro ve

por instinto muy profundamente, y

aun así, en una posición crítica, re­

sulta corto el empleo de media hora

para efectuar una sola movida. Las

numerosas partidas que ha perdido

Rúbinstein por excederse del tiem­

po límite en posiciones complejas,

indica que tales situaciones se en­

cuentran llenas de dificultades hasta

para un jugador talentoso.

El ajedrez es un juego fácil de

aprender, pero entre los maestros re­

sulta un cotejo extraordinariamente

difícil. El doctor Lásker hizo notar

cierta vez, refiriéndose a un torneo

magistral llevado a cabo en Berlín,

su sorpresa por las pocas partidas

jugadas entre maestros que se en­

de los contendores. En ajedrez, como

en otros cotejos, la victoria es intoxicación,

y muchos de los maestros

han confesado que después de una

sucesión de triunfos, principiaban a

creer que eran imbatibles, hasta ser

llevados bruscamente de nuevo a la

realidad por una derrota administrada

adecuadamente. Tarrasch, cuyas

observaciones de las condiciones

psicológicas y humanas de los torneos

eran de lo más estimulantes,

expresó el pensamiento de manera

diferente: «El maestro de ajedrez

-dijo-, no sólo debe ser un fuerte

jugador, sino que debe actuar siempre

enérgicamente». El maestro, aunque

estime la partida ganada a las

pocas movidas de su iniciación, ha

de tener el mayor respeto por la

habilidad de su contendor. Algunos

de ellos, como por ejemplo Zúkertort

y J anovski, henchidos de

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la arrogancia que frecuentemente cuentran libreE'1 de algún grueso error

acompaña al genio, algunas veces de ambas partes. La habilidad para

jugar una sola partida sin cometer

algún error de juicio evidente es

patrimonio de muy pocos en el

mundo. Pasando algunas de las par­

tidas jugadas en un torneo llevado

a cabo en Londres, he quedado pas­

mado de la cantidad de las que se

perdieron en base a simples errores,

y esto resulta también cierto si examinamos

las de los más grandes expertos.

Tal aspecto del juego es expli­

cado completamente en un capítulo

posterior. Sin embargo, en términos

generales, el juego del maestro es

profundo y exacto, y su solidez re­

sulta esencial, ya que el más pequefio

error de cálculo en cualquier

combinación, será descubierto y

aprovechado por su adversario.

Debe recordarse también que una

buena partida de ajedrez es una

obra de arte que puede ser reprodu­

cida por generaciones y gozada por

todo el mundo en cualquier lugar y

tuvieron como práctica, al jugar,

hacerlo casi sin meditar, provocando

en sus adversarios el pensamiento

que ellos podrían vencerlos con

pequeño esfuerzo. Tales tácticas desconciertan

a un jugador sin experiencia,

y dan ocasionalmente la

victoria contra un maestro, pero a

la larga, con su empleo, se pierden

:rr.ás partidas que las que se ganan.

Asimismo, el tomar muy poco tiem-

po para efectuar el planteo, fre-

cuentemente trae como resultado la

necesidad de efectuar serias reíle-

xiones más tarde, por las dificulta-

des que presentará la partida.

El ajedrez actual es jugado con

reloj, y el tiempo usual de dieciocho

o veinte movidas por hora o también

de quince, proporciona pocas posibilidades

para desarrollar pensamientos

profundos en todas las fases

del juego. Hoy en día, la mayor parte

del trabajo de un maestro es he-

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