genius loci pt. pdf.qxd - ROMANIAN LIBRARY

fico con extensión que sólo está comprendida muy poco en este contenido,
apenas la engloba por un tipo de similitud de origen común
o por relación y conjunción de subcapas que se pueden distinguir
difícilmente. Más debajo de esta capa histórica que designa sin embargo
núcleo de europeidad (que con el Renacimiento impulsado por
los eruditos que se habían fugado de Constantinopla, se revela y se
modelará) se encuentra un yacimiento indistinto pero vivo y pulsátil,
un „algo“ misterioso que irradia y hace la costumbre, muchas veces
sin una explicación inmediata, fenómenos que parecen non-canónicos
y a lo mejor incluso incomparables.
Nosotros, en realidad, venimos de tiempos lejanos y somos
antiguos, tan antiguos que, no una vez, ni siquiera podemos identificar
nuestras raíces que se ven difícilmente o incluso escapan,
sin darnos cuenta en seguida, a la vista que tiene demasiado prisa
o no es muy clara.
Todo empieza con un misterio. En el año 3500 a.C, al este
de los Cárpatos, o a lo mejor más allá de ellos, se había asentado
un pueblo extraño que dejó atrás una huella inverosímil y pudo expresar
una cultura de una coherencia que pertenece al milagro. Nada
de su pensamiento inusual se guardó por palabras pero, viendo sus
acciones, entendemos casi todo lo que había imaginado. Era un pueblo
musical, mágico, organizado en una especie de comunión de rito,
que confía en la eternidad del alma, sintiendo en medidas de rito y
en tiempos que pasan el uno del otro, serpenteando más allá del
instante en un infinito que vuelve, se retoma y re-compone sin consumir,
por quemadura en contingente, su materia enigmática. Estamos
en el espacio del fenómeno de hora, en un mundo que no
se puede denominar que en ausencia de otra identidad, no pudimos
llamar más que Cucuteni.
Pero, en cierta época y tras varios siglos cuyo número ya no
se conoce, estas personas de Cucuteni parecen desaparecer en la
historia como si se hubieran levantado en el aire y detrás de ellas
queda, en las capas de excavación arqueológica, solamente una huella
densa de incendio y destrozo y, algo más arriba, una línea de
cerámica negra, opaca, perteneciendo al sustituto más basto y utilitarista.
Hay personas que creen que en los restos de ollas que se
encuentren hacia el ocaso de la China justo en esos tiempos cuando,
aquí, los habitantes de Cucuteni parecen haberse elevado al cielo
se reconoce su línea musical y sedienta de infinito y al mismo tiempo
la comunión de hora que se había notado en los Cárpatos. Pero
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