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LA REPÚBLICA DE LOS SUEÑOS

La república de los sueños - Bruno Schulz

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lo extendía, uniforme, sobre aquel mar de techumbres de<br />

ripias, en el aire lácteo y ahumado del atardecer. Apoyada<br />

contra la balaustrada del balcón, inclinada sobre aquel mar<br />

lejano y agitado, Adela, con una sonrisa en los labios, sacaba<br />

a flote los acentos más fuertes, juntaba las sílabas perdidas e<br />

intentaba descifrar el sentido del flujo y reflujo de esa gran<br />

marea.<br />

La época aparecía bajo el signo de la mecánica y la electricidad,<br />

un sinfin de descubrimientos debidos al genio humano<br />

se había propagado a través del mundo. En las casas burguesas<br />

hicieron su aparición cajas de cigarros provistas de un mechero<br />

eléctrico. Girando un pequeño conmutador, las chispas<br />

encendían una mecha empapada en gasolina. Aquello despertaba<br />

esperanzas extraordinarias. Una caja de música –con<br />

forma de pagoda china– a la que se daba cuerda con ayuda de<br />

una llave se ponía a girar como un tiovivo, tocando un rondó<br />

miniatura. Las campanillas tintineaban, pequeñas portezulas<br />

se abrían de par en par, dejando ver el mecanismo en movimiento.<br />

En todas las casas se instalaron timbres electricos: el<br />

galvanismo se conviritió en el rey de la vida familiar. Una<br />

bobina de hilo aislante era el símbolo de esos tiempos. En los<br />

salones, jóvenes dandis hacían la demostración del invento<br />

de Galvani, recompensados por las radiantes miradas de las<br />

damas. Un cuerpo conductor abría el camino hacia el corazón<br />

de las mujeres. Después de un experimento logrado, los<br />

héroes del día enviaban besos y saludaban en medio de los<br />

aplausos.<br />

Pronto, también, comenzaron a proliferar en la ciudad los<br />

velocípedos, de distintos tamaños y formas. Se imponía la<br />

apreciación filosófica del mundo. Si se admitía el ideal del<br />

progreso no quedaba más que sacar las consecuencias y montar<br />

un velocípedo. Los primeros, por supuesto, fueron los<br />

escribanos de notario, esa vanguardia siempre al acecho de<br />

nuevas ideas, con los bigotes enhiestos en espiral y los som-<br />

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