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LA REPÚBLICA DE LOS SUEÑOS

La república de los sueños - Bruno Schulz

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fuese, la gente abandonaba sus ocupaciones como si estuviera<br />

esperándome, percibía en su mirada un brillo de interés, una<br />

decisión inmediata de servirme, c o m o dictada por una instancia<br />

superior. Evidentemente, eso sólo era una apariencia creada<br />

por un cúmulo de circunstancias extraordinarias, una hábil<br />

urdimbre de mi destino a manos del azar que me llevaba como<br />

un sonámbulo de un acontecimiento a otro. Apenas tenía<br />

tiempo de sorprenderme. Esa racha favorable me había aportado<br />

un sereno fatalismo, una beatífica inercia y confianza, de<br />

m odo que me abandonaba sin resistencia. Mis talentos eran al<br />

fin reconocidos, pero ya casi había olvidado mi necesidad de<br />

renombre durante tanto tiempo insatisfecha, esa hambre nunca<br />

saciada del artista que una y otra vez ha sido rechazado. Aún<br />

hace poco músico de cafetines de tres al cuarto, corriendo tras<br />

no importa qué trabajo, progresé hasta el puesto de primer violín<br />

de la orquesta de la Ópera de la ciudad; los restringidos círculos<br />

de amantes del arte me abrían sus puertas como si desde<br />

siempre hubiese pertenecido a los mismos, entré en la mejor<br />

sociedad –yo–, que hasta entonces siempre había estado con un<br />

pie en el mundo subterráneo de los desclasados, de los pasajeros<br />

sin billete, bajo la cubierta de la nave de la s o c i e d a d . Lo que<br />

ayer eran rebeldes pretensiones y rechazos llevando a mi alma<br />

una existencia atormentada se convertía en aspiraciones legítimas,<br />

entraba en vigor. La huella de la usurpación había sido<br />

lavada de mi frente.<br />

Cuento todo esto de manera abreviada para dar una idea de<br />

la línea general de mi destino, sin entrar en los detalles de mi<br />

extraña carrera, pues todos estos acontecimientos conforman,<br />

en el fondo, la prehistoria de aquellos que me propongo relatar<br />

aquí. No, mi dicha no tenía nada de excesivo ni desenfrenado<br />

como se podría suponer. Sencillamente, había sido<br />

ganado por un profundo sentimiento de calma y confianza,<br />

signo por el cual –como fisonomista experimentado de la<br />

suerte, sensible ante los menores estremecimientos de su<br />

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