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LA REPÚBLICA DE LOS SUEÑOS

La república de los sueños - Bruno Schulz

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los lugares de diversión. Traen con ellos el olor del mar, el entusiasmo<br />

de grandes proyectos o grandes negocios. En ocasiones,<br />

ocurre que seducidos por el clima, la catedral o el tranquilo<br />

ritmo de la vida, se demoran entre nosotros, echan raíces y se<br />

instalan definitivamente. Otros –al partir–, se llevan con ellos<br />

e s p o s a s , a las encantadoras hijas de nuestros comerciantes,<br />

fabricantes y hoteleros. Gracias a esta clase de lazos, los capitales<br />

extranjeros son a menudo invertidos en nuestras empresas y<br />

alimentan nuestra industria.<br />

Por lo demás, la vida económica de la ciudad se desarrolla<br />

–desde hace años–, sin crisis ni sobresaltos. La industria azucar<br />

e r a alimenta con su dulce arteria a tres cuartas partes de la<br />

población. Asimismo, la ciudad posee una célebre fábrica de<br />

porcelana, que se enorgullece de una tradición larga y acendrada.<br />

Trabaja para la exportación y, además, cada inglés, antes de<br />

regresar a su país, se vanagloria encargando un servicio compuesto<br />

de distintas piezas de color marfíl, adornadas con vistas<br />

de la catedral y la ciudad, pintadas por las alumnas de nuestra<br />

escuela de bellas artes.<br />

En resumen, nuestra ciudad es próspera, bien administrada y,<br />

como otras ciudades de este país, mantiene un justo equilibrio<br />

entre el sentido de los negocios, el gusto por el confort y ciertas<br />

ambiciones no desprovistas de esnobismo. Las mujeres<br />

hacen ostentación de su elegancia, los hombres imitan el t r e n<br />

de vida de la capital, manteniendo aquí –no sin esfuerz o – , u n<br />

asomo de vida nocturna con ayuda de algunos clubs y cabarets.<br />

El juego de cartas se populariza. Incluso las damas se sienten<br />

tentadas y casi todas las noches nos encontramos en una de las<br />

elegantes mansiones de nuestros amigos, ante la mesa de juego,<br />

prolongando las partidas hasta la madrugada. En este terreno,<br />

también, la iniciativa la lleva Eliza: intenta justificar su pasión<br />

apelando a nuestro prestigio social, que exige, al parecer, frecuentes<br />

salidas, si no queremos quedarnos al margen. Yo sé<br />

muy bien que, en realidad, sucumbe al encanto de esa frívola<br />

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