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apatía comenzaron a ganarnos a todos, adeptos y partidarios.<br />
Los síntomas de impaciencia se multiplicaban, llegando incluso<br />
a convertirse en abiertas protestas. Nuestra naturaleza se<br />
rebelaba ante el debilitamiento de las leyes fundamentales, y a<br />
habíamos visto demasiados milagros, deseábamos un regreso a<br />
la buena vieja prosa, segura y robusta, del orden secular. Mi<br />
padre lo comprendió. Comprendió que había ido demasiado<br />
lejos y detuvo el vuelo de su espíritu. El círculo de sus adeptos<br />
elegantes y de sus fieles de bigote enhiesto en espiral se venía<br />
abajo, un poco más cada día. Queriendo retirarse salvando el<br />
h o n o r, mi padre se disponía justamente a pronunciar su última<br />
digresión de clausura, cuando un nuevo acontecimiento desvió<br />
la atención general en una dirección inesperada.<br />
Un día, al volver de la escuela, mi hermano trajo la noticia,<br />
inverosímil y sin embargo verdadera, del próximo fin del<br />
mundo. Se la hicimos repetir, creyendo haber oído mal. Pero<br />
no. Así fue formulada esa increíble, esa inconcebible noticia.<br />
Sí, tal como estaba, inacabado e imperfecto, a un paso del<br />
tiempo y el espacio fortuito, sin haber llegado a ninguna meta,<br />
en medio de una frase, sin punto ni signo de exclamación, sin<br />
juicio ni ira de Dios, en buenos térmimos si puede decirse,<br />
conforme a un acuerdo bilateral y a los principios admitidos<br />
por las dos partes, el mundo iba a saltar en pedazos, sencilla e<br />
irrevocablemente. No, lo que se acercaba no era el final escatológico<br />
y trágico anunciado desde hace mucho tiempo por los<br />
profetas, el último acto de la divina comedia. No, eso iba a ser<br />
más bien un fin de mundo acrobático–ciclístico, un pase de<br />
prestidigitación, un fabuloso ábrete Sésamo y propagandísticoexperimental,<br />
entre los aplausos de todos los espíritus progresistas.<br />
Casi todos estaban convencidos. Hubo que acallar rápido<br />
la voz de los rebeldes aterrorizados. ¿Por qué no querían<br />
comprender que era una suerte inaudita, el fin de mundo más<br />
moderno, el más científico, el único digno de su tiempo, glorioso<br />
y haciendo honor a la más Alta Sabiduría? Nos dejába-<br />
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