Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
padre sonrió con aire de superioridad. En su mente maduraba<br />
una vasta idea, la cadena de sospechas que alimentaba desde<br />
hacía largo tiempo se cerraba. ¿Por qué mi padre se sonreía<br />
cuando estaba a solas, por qué elevaba al cielo sus ojos lacrimosos<br />
con un gesto de falsa devoción? ¿Quién podría adivinarlo?<br />
Más allá de los asombrosos síntomas de esa fuerza misteriosa,<br />
¿acaso presentía una vulgar intriga, una burda maquinación?<br />
A partir de ese momento mi padre se entregó a los<br />
experimentos de laboratorio.<br />
Su laboratorio era muy sencillo: unos metros de alambre<br />
enrollado en bobinas, algunos tarros conteniendo ácido, un<br />
poco de zinc, plomo y carbón, tal era el utillaje de aquel verdadero<br />
adepto del esoterismo. “La materia– decía, bajando<br />
púdicamente los ojos y resoplando suavemente–, la materia,<br />
mis queridos amigos...” No terminaba su frase, dejándonos<br />
adivinar que estaba sobre la pista de un gran engaño, en el<br />
que todos habíamos caído sin remedio. Con los ojos semicerrados,<br />
mi padre se reía socarronamente en voz baja, se burlaba<br />
de ese fetiche secular. “¡Panta rei!” exclamaba, mientras<br />
que sus manos imitaban la circulación eterna de la materia.<br />
Desde hace mucho tiempo deseaba movilizar las fuerzas ocultas<br />
que circulaban en ella, hacer fluida su rigidez, abrirle paso<br />
a la penetración, a la transfusión universal, la única que<br />
correspondía a su naturaleza. “Principium individuationis, esa<br />
broma”, decía, expresando así su desprecio sin límites por ese<br />
principio primordial de los humanos. Decía eso al pasar,<br />
corriendo a lo largo de un hilo de alambre, rozándolo para<br />
verificar las imperceptibles diferencias de potencial. Hacía<br />
muescas en él, se inclinaba para escuchar, y ya estaba a diez<br />
pasos de allí y volvía a repetir los mismos gestos sobre otra<br />
parte del circuito. Parecía tener diez manos y veinte sentidos.<br />
Su atención se concentraba en cien sitios a la vez. Ningún<br />
punto del espacio estaba a salvo de sus sospechas. Se inclinaba<br />
para picar el alambre, se giraba de improviso, apuntand o<br />
—20—