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LA REPÚBLICA DE LOS SUEÑOS

La república de los sueños - Bruno Schulz

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hora tan intempestiva, las tiendas con los escaparates cegados,<br />

los umbrales de las puertas cocheras gastadas por el uso,<br />

los rótulos sacudidos por el viento de la noche, mostraban<br />

una soledad desesperada, la trágica orfandad de las cosas<br />

abandonadas a sí mismas, olvidadas por los hombres. La calesa<br />

de mi hermana giró en una calle lateral, mientras que la<br />

nuestra continuó hasta la plaza vieja. Los caballos cambiaron<br />

el trote cuando penetramos en la umbrosidad de la plaza. Un<br />

panadero descalzo ante el dintel de su tienda abierta nos atravesó<br />

con la mirada de sus ojos oscuros, la ventana de la farmacia,<br />

aún de guardia, nos tendió y después retiró un bálsamo<br />

de color frambuesa en una gran poma. El pavimento pareció<br />

coagularse bajo los cascos de los caballos; con el sonido hasta<br />

entonces acompasado de su trote podíamos oír ahora los golpes<br />

singulares y dobles de las herraduras contra el suelo, cada<br />

vez más espaciados y claros, y nuestra casa con su estriada<br />

fachada emergió lentamente de la sombra y se detuvo ante la<br />

calesa. La doméstica, que sostenía en la mano una lámpara de<br />

petróleo, nos abrió la puerta. Nuestras sombras inmensas se<br />

proyectaban en la escalera, rompiéndose contra la bóveda del<br />

portal. La estancia sólo estaba iluminada por una vela cuya<br />

llama oscilaba ante las ráfagas de aire que entraban por la<br />

ventana abierta. Los oscuros tapices estaban carcomidos por<br />

el moho de las penas y la amargura de numerosas generaciones<br />

enfermas. Los viejos muebles brutalmente sacados de su<br />

sueño, arrancados de su larga soledad, parecían mirar a los<br />

recién llegados con un amargo juicio, con un paciente conocimiento.<br />

No escaparéis –parecían decir–, finalmente habeis<br />

vuelto al círculo de nuestra magia; pues, de antemano –entre<br />

todos nosotros– hemos dividido vuestros movimientos y gestos,<br />

vuestras idas y regresos, vuestras noches y días futuros.<br />

Aguardamos, sabemos... Las camas inmensas, profundas, d e s-<br />

bordando de sábanas frescas, esperaban nuestros cuerpos.<br />

Las esclusas de la noche ya crujían bajo el empuje de las masas<br />

—50—

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