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LA REPÚBLICA DE LOS SUEÑOS

La república de los sueños - Bruno Schulz

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monstruosa abundancia–, aparecía cegada y se cubría de glaucas<br />

reverberaciones, de frondosos destellos, de un susurro<br />

como de papel arrugado. Sumido en la penumbra, el interior<br />

reverbera con todos los matices del verde, y verdinosos<br />

son, también, los fulgores que se extienden en oleadas pasajeras<br />

sobre el techo, como en el bosque cuando pasa el<br />

v i e n t o .<br />

Amodorrada por el calor y un sol de justicia, la ciudad se<br />

hunde en esa profusión, duerme cercada por innumerables<br />

hilos de telaraña, sofocada y vacía. En las estancias submarinas<br />

y opacas, mueren como en el fondo de una vieja botella<br />

tribus de moscas, encerradas para siempre, apresadas en una<br />

dolorosa agonía que se prolonga al ritmo de lamentaciones<br />

monótonas, de irritados y lastimeros bordoneos. Poco a poco<br />

los cristales atraen para un último encuentro a toda esa fauna<br />

de encaje diseminado: enormes mosquitos de largas patas, que<br />

durante mucho tiempo auscultaron las paredes en el transcurso<br />

de erráticos y silenciosos vuelos, antes de abatirse definitivamente,<br />

inmóviles y muertos, contra los cuadrados de las<br />

ventanas; todo un árbol genealógico de moscas e insectos, que<br />

se ramifica en lentos desplazamientos, innumerables generaciones<br />

de aladas criaturas: unas azulosas y metálicas, otras de<br />

cristal.<br />

Un cálido soplo agita los grandes toldos –claros, a rayas, ardientes<br />

y traslumbrantes– que cuelgan sobre las fachadas de las tiendas.<br />

La estación muerta reina en las plazas vacías, en las calles<br />

barridas por el viento. Lejanos paisajes se extienden inmóviles<br />

bajo el resplandor del cielo como si acabasen de caer de los<br />

desiertos celestes –tal un insólito paño de colores abigarrados y<br />

deshilachado por el viento– y, ya descoloridos, esperasen una<br />

nueva carga de luz para regenerarse.<br />

¿Qué hacer a lo largo de estos días, dónde escapar al calor, a l<br />

sueño agitado, a la pesadilla que nos oprime el corazón a la<br />

hora del mediodía? En ocasiones, mi madre alquilaba un<br />

—9—

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