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desconsideradamente un terreno que le es perfectamente<br />
extraño. Y toda la lealtad de este homenaje no me impide<br />
a l i m e n t a r, en el plano intelectual, un franco desprecio por<br />
esa mentalidad de burguesa limitada, por esos argumentoscliché,<br />
por ese estado de espíritu que me es tan hostil como<br />
ajeno. Y bien, sí, ¿por qué no confesarlo? Odio a la mujer del<br />
doctor de la calle Wilcza. Es un ser desprovisto de toda sustancia,<br />
una mujer de médico en su forma más pura y más destilada<br />
–qué digo–, el modelo mismo de una mujer de médico<br />
y de una esposa, simplemente... Dicho esto, y ya en un plano<br />
diferente, reconozco que me es difícil resistir al encanto de<br />
sus piernas.<br />
Sin duda, esa perpetua ambivalencia que hace de mí una especie<br />
de Jano bifronte capaz de considerar a la vez a la mujer del<br />
doctor desde el punto de vista de sus piernas y de su intelecto,<br />
p odría intrigar y hacer reflexionar; casi podríamos intentar elaborar<br />
fórmulas generales, abrir vastas perspectivas metafísicas.<br />
Me parece que aquí tocamos con el dedo una de las antinomias<br />
fundamentales del alma humana, que nos enfrentamos a uno de<br />
los nudos metafísicos de la existencia.<br />
No me gustan mucho las simplificaciones, pero mientras que la<br />
psicología no haya elucidado esa cuestión, yo propongo que nos<br />
atengamos a la explicación siguiente: nuestra sexualidad, con<br />
el aura ideológica que la rodea, pertenece a una etapa de evolución<br />
distinta a la de nuestro intelecto. De manera general,<br />
creo que nuestro psiquismo no constituye un bloque uniforme,<br />
que el grado de evolución de cada zona es variable: las antinomias<br />
y contradicciones del espíritu humano se explican, pues,<br />
por la cohexistencia y la interpenetración de sistemas múltiples.<br />
Esa es también la razón por la cual nuestro pensamiento<br />
puede seguir caminos tan divergentes.<br />
Me he metido, deliberadamente, en el terreno de la sexualidad<br />
porque la vida nos ha acostumbrado desde hace tiempo a<br />
aislarla, a tratar su problemática en un rincón apartado. Bajo<br />
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