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Proceso-2038

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LIBROS<br />

ecológico como de las contradicciones propiamente sociales, es<br />

decir, realiza un análisis integrador de la conflictividad social y<br />

ambiental o, dicho de otra manera, se sitúa en el nuevo campo<br />

de la ecología política.<br />

<br />

El mundo moderno, profano y pragmático. Modificó las relaciones<br />

sociales a través de sus instituciones, reglas y costumbres.<br />

El desarrollo de la ciencia ocasionó un cambio de dimensión<br />

ideológica de la modernidad. El conocimiento científico rompió<br />

el vínculo unía al ser humano (microcosmos) con la naturaleza<br />

(macrocosmos), y lo remplazó con un nuevo cosmos oficial que justifica<br />

la explotación de los recursos naturales en aras del desarrollo<br />

económico, es decir, la preponderancia del interés individual<br />

por encima del equilibrio ecológico y social, algo desconocido por<br />

las culturas premodernas, para las que la prosperidad económica<br />

estaba indefectiblemente ligada al bienestar colectivo y la preservación<br />

de su entorno. Sin embargo, dentro de este cosmos profano<br />

se encuentra como residuo de otros secundarios, marginales<br />

o alternativos una visión sagrada aún vigente del mundo y en las<br />

comunidades tradicionales que han logrado resistir los embates<br />

de la modernidad y del capitalismo. El pensamiento científico generó<br />

una contradicción: la escisión epistémica que separó al sujeto<br />

del objeto de su observación. Así, la unidad que existía entre<br />

individuo, sociedad y naturaleza en la civilización preindustrial<br />

sucumbió con el advenimiento de la modernidad y el capitalismo.<br />

La promesa de la modernidad fue la construcción de un<br />

mundo pleno de satisfactores, cómodo y seguro, donde quedarían<br />

colmadas la mayor parte de las necesidades. Este “mundo<br />

feliz” tendría como fundamento una visión secularizada, objetiva<br />

y científica de la realidad, orientada por un eje económico<br />

superior: el mercado. Este proceso se dio a partir de un desencantamiento<br />

del mundo; la fe en el progreso científico e histórico<br />

de la humanidad compensó la ausencia de creencias divinas por<br />

una concepción moderna y racional de la realidad. La modernidad<br />

condenó al “mono racional” a vivir frente a una realidad instrumentalista<br />

y fragmentaria en la que los análisis, las fórmulas,<br />

los teoremas, las ecuaciones y los experimentos carecen de una<br />

significación total. El ser moderno perdió el sentido y se encuentra<br />

a la deriva, desprovisto de una brújula. Las respuestas de la<br />

ciencia no le dicen nada acerca de su conexión con la naturaleza,<br />

con los otros y consigo mismo; por ello, en la crisis de la modernidad<br />

es necesario un (re)encantamiento del mundo.<br />

El glamoroso encanto de la ecología<br />

¿Se puede dudar de quienes se dedican a la noble<br />

tarea de defender, restaurar o conservar a<br />

la naturaleza? En los “tiempos modernos nada<br />

permanece intacto, todo sucumbe a la neoliberalización.<br />

Cooptada y perversamente utilizada<br />

por buena parte de los mayores corporativos,<br />

la ecología se convierte en una nueva ideología<br />

entre las masas cautivas de los ciudadanos<br />

modernos. El fenómeno surge precisamente en<br />

una época en la que la destrucción ecológica alcanza<br />

sus máximos históricos, en razón de los<br />

impactos producidos por esos mismos agentes<br />

que hoy ofrecen compartir con nosotros, y por<br />

todos los medios, su glamoroso encanto. Un<br />

estado de gracia en el que no importa quién lo<br />

realice, sino quien lo hace con el mayor colorido,<br />

entrega, elegancia, glamour y espectacularidad.<br />

Los actos siempre van engalanados de una<br />

atmósfera burbujeante que evoca antiguas filantropías y que por<br />

supuesto, casi aparecen en exclusivas secciones de sociales de<br />

televisión, prensa, revistas.<br />

En plena era de la monopolización más brutal de que se tenga<br />

memoria. De los máximos históricos de inequidad social, la<br />

ecología permite realizar un acto mágico por el cual el carácter<br />

depredador de las corporaciones se trastoca en sublime devoción<br />

para salvar plantas, animales, ríos, lagos, ecosistemas y el<br />

planeta mismo. Y las limosnas que dedican a estos menesteres,<br />

pues lo invertido de sus exorbitantes ganancias no se ve ni con<br />

lupa, se vuelven altamente redituables porque permiten ocultar<br />

garras, fauces y colmillos tras el disfraz de una cruzada por la<br />

naturaleza, de un acto heroico para salvar al planeta. El resto se<br />

deja a la propaganda, al bombardeo mediático, todo bien aderezado<br />

por la puntual bendición de científicos famosos, reconocidos,<br />

banales o frívolos.<br />

El burbujeante atractivo de la ecología como maquillaje o cosmética<br />

no logra, sin embargo, ocultar los instintos mercantiles.<br />

Ya en un número especial dedicado al tema, la revista Expansión<br />

afirmaba en su portada que “los proyectos ecológicos han dejado<br />

de ser una moda, para convertirse en un buen negocio”. La lista de<br />

empresa con campañas verdes es interminable: de Exxon a Walmart,<br />

pasando por Coca Cola, McDonald’s, Volkswagen, Ford.<br />

Las resistencias socioambientales<br />

México es un ejemplo de la destrucción social y ambiental de<br />

los territorios provocada por la expansión del capital nacional y<br />

transnacional. El mapa de la República es un vasto escenario de<br />

batallas entre las fuerzas ciudadanas y los cientos de proyectos<br />

mineros, hidráulicos, energéticos, turísticos, agrícolas, forestales,<br />

químicos e incluso biotecnológicos (los cultivos transgénicos)<br />

que buscan implantarse. A esta tragedia contribuyen, con<br />

diferentes matices y con honrosas excepciones, los gobiernos en<br />

sus tres niveles (federal, estatal y municipal) e ideologías (derecha,<br />

centro e izquierda).<br />

Decenas de movimientos sociales de carácter esencialmente<br />

rural han surgido primordialmente en las regiones indígenas del<br />

país. En México existen entre 12 y casi 16 millones de mexicanos<br />

que se reconocen o autorreconocen como indígenas. En el<br />

país existen 26 regiones indígenas concentradas principalmente<br />

en el centro, sur y sureste del territorio, las cuales captan más<br />

de la cuarta parte del agua que la nación recibe, alojan áreas de<br />

enorme riqueza biológica (biodiversidad), mantienen buena parte<br />

de las selvas y bosques que aún quedan, y conservan<br />

los principales recursos fitogenéticos del<br />

país: maíz, jitomate, chile, calabaza, vainilla, cacao<br />

y otras especies vegetales domesticadas. Además,<br />

en el subsuelo de buena parte de los territorios indígenas<br />

se encuentran ricos yacimientos minerales,<br />

de petróleo y gas, que están ya en la mira de<br />

las corporaciones nacionales y transnacionales,<br />

privadas v públicas.<br />

Los pueblos de maíz<br />

sí incendian al país<br />

Después de una década de permanente tensión<br />

entre las poderosas compañías biotecnológicas<br />

Monsanto, Pioneer y Dow y las resistencias ciudadanas<br />

representadas por decenas de comunidades<br />

campesinas e indígenas, miles de científicos<br />

nacionales y de otros países, grupos ambientalistas,<br />

organizaciones rurales y de jóvenes, le ha<br />

llegado al gobierno de México la hora de arbitrar<br />

2038 / 22 DE NOVIEMBRE DE 2015 69

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