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Proceso-2038

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JORGE SÁNCHEZ CORDERO*<br />

sumisión<br />

La<br />

cultural<br />

de los iletrados<br />

A Fernando del Paso, Premio Cervantes.<br />

El 6 de noviembre último la Secretaría de Educación Pública<br />

(SEP) y el Instituto Nacional para la Evaluación<br />

de la Educación (INEE) dieron a conocer los resultados<br />

del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes<br />

(Planea), aplicado a estudiantes de sexto grado de<br />

primaria y tercero de secundaria. Las cifras que arroja<br />

son muy inquietantes. En cuanto a los primeros, se constató que<br />

60.5% se ubican en los niveles más bajos en matemáticas, y la cifra<br />

aumenta hasta 65.4% en el caso de los segundos. En los rubros de<br />

lenguaje y comunicación, el panorama es también desolador: los<br />

alumnos de sexto año se sitúan en el último lugar.<br />

La conclusión del INEE es terminante: habrán de pasar décadas<br />

para revertir estas tendencias. A ello habría que agregar la Encuesta<br />

Nacional de Lectura y Escritura dada a conocer el martes<br />

10 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).<br />

Uno de los puntos relevantes de esta encuesta es la relativa<br />

a “qué leen los que leen”. Entre los libros más leídos se alude a la<br />

Biblia, lo que bien puede provenir de un subterfugio de fácil recurrencia,<br />

porque se trata de un texto que requiere de gran habilidad<br />

para su decodificación y entendimiento y, por lo tanto, resulta<br />

tedioso para el profano.<br />

Un desasosiego mayor supone el hecho de que, según la misma<br />

encuesta, de los 5.3 libros que se leen en promedio al año en México<br />

47% son leídos hasta la mitad (las cursivas son nuestras), sin que se<br />

aporte el dato acerca de qué tanto fueron comprendidas esas lecturas.<br />

Ello profundiza las interrogantes, sobre todo si se considera que<br />

la noción misma de lectura es proteica y participa de la polisemia.<br />

La metodología empleada en la citada encuesta nacional<br />

amerita por sí sola un análisis riguroso en cuanto a la metodología<br />

empleada para poder obtener conclusiones.<br />

Es preciso por lo tanto una seria reflexión en este orden. En<br />

el crepúsculo del siglo XX y en el umbral del XXI el debate sobre<br />

la lectura y la lucha correlativa contra las situaciones que dejan<br />

a los individuos en calidad de iletrados encuentran un lugar primordial<br />

en la agenda cultural de las sociedades contemporáneas.<br />

Esta discusión se ha abordado desde diferentes perspectivas: cognoscitivas,<br />

culturales, neuropsicológicas, psicoanalíticas, antropológicas,<br />

sociológicas, lingüísticas e incluso estéticas (José Luis<br />

Díaz Gómez). Para ello se han desarrollado metodologías didácticas<br />

de gran relevancia, las cuales se han concentrado mayoritariamente<br />

en los estudiantes y en sus procesos y etapas de aprendizaje<br />

de la lectura (Sandrine García y Anne-Claudine Oller).<br />

La masificación de la enseñanza ha sido un catalizador en el desarrollo<br />

de estas metodologías. El fenómeno obligó también a reflexionar<br />

en torno a la eficacia de estas últimas y abrió el debate,<br />

todavía inconcluso, sobre la clase de lector que requiere nuestra sociedad<br />

y también respecto de la forma en la que él decodifica un texto<br />

y desarrolla su competencia de comprensión y de interpretación.<br />

Al debate del acceso pleno a la educación –tema que ha implicado<br />

un proceso de democratización primario– se suman ahora nuevos<br />

desafíos, como el del acceso al éxito escolar en tanto vehículo<br />

trascendente para superar las desigualdades culturales. En un principio<br />

el fracaso escolar se atribuía a las carencias socioeconómicas<br />

de las familias; en la actualidad, empero, el centro de gravedad en<br />

este punto se desplazó a la escuela y a su funcionamiento.<br />

En nuestro tiempo se sobrepuso la indefectible “indiferencia<br />

a las diferencias”, y los análisis hacen hincapié en el contenido<br />

de la enseñanza que se transfiere, en las metodologías y técnicas<br />

de transmisión y su eficiencia, así como en los criterios de<br />

valoración de las desigualdades culturales. El énfasis es necesario:<br />

el ejercicio democrático obliga a reinterpretar los términos<br />

del déficit sociocultural de donde provienen las desigualdades<br />

culturales de los educandos.<br />

Es precisamente la lectura la que puede atemperar este déficit<br />

sociocultural. Un régimen democrático tiene como imperativo<br />

dar acceso a todos los estudiantes a las mismas condiciones que<br />

les permitan adquirir los conocimientos necesarios para hacer<br />

efectiva su libertad en los diferentes ámbitos de la actividad humana.<br />

Esta es una condición indispensable para reducir las desigualdades<br />

de origen social y fortalecer la función social primigenia<br />

de una educación democrática (Hélène Romian).<br />

El aprendizaje de la lectura emerge en consecuencia en el<br />

centro de la controversia y, con él, el aprendizaje de la comprensión<br />

del texto asociada indisolublemente a la interpretación de<br />

este último y a la enseñanza de componentes lingüísticos, cognoscitivos,<br />

literarios y culturales. Únicamente estos procesos de<br />

aprendizaje pueden generar un movimiento sustantivo que permita<br />

atemperar la distribución desigual del capital cultural, ya<br />

que este desequilibrio conlleva desventajas cognoscitivas.<br />

Lo anterior explica el hecho de que actualmente se tenga toda<br />

una miríada de análisis provenientes de la observación de la actividad<br />

del lector como receptor de una obra literaria. Dichos estudios<br />

plantean explicaciones respecto de la forma en que el lector<br />

convive con el texto literario, se apropia de él y lo actualiza, y<br />

acerca de cómo puede obtener beneficios simbólicos de sus lecturas<br />

que le permitan la construcción de significados.<br />

Este esquema no ha hecho más que revelar el vínculo íntimo<br />

entre el lector y la obra literaria. Por su dimensión estética y<br />

72 2038 / 22 DE NOVIEMBRE DE 2014

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