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El Evangelismo - Elena G. de White

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vez sean para acallar a un oponente, pero no honran la verdad. Debemos

presentar argumentos sólidos, que no sólo acallen a nuestros oponentes, sino

que soporten el examen más estricto y escrutador. Los que se han educado

como disputadores están en grave peligro de no manejar la Palabra de Dios

con justicia. Cuando hacemos frente a un oponente, nuestro ferviente

esfuerzo debe tener por objeto presentar los temas de tal manera que

despierten la convicción en su mente en vez de tratar simplemente de dar

confianza al creyente.--Joyas de los Testimonios 2:313 (1889).

Quitaos la armadura de combate--Los que llevan el mensaje más

solemne que se haya dado a nuestro mundo deben quitarse la armadura de

combate, y colocarse en su lugar la armadura de la justicia de Cristo. No

necesitamos trabajar con nuestra individualidad finita, porque entonces los

ángeles de Dios se apartan y nos dejan solos en nuestra batalla. ¿Cuándo

nuestros ministros aprenderán de Jesús? Nuestra preparación para hacer

frente a los opositores o para ministrar a la gente debe obtenerse de Dios en

el trono de la gracia celestial. Cuando se recibe la gracia de Dios se advierte

y reconoce la propia incompetencia. La dignidad y la gloria de Cristo

constituyen nuestra fortaleza. La dirección del Espíritu Santo nos conduce a

toda verdad. El Espíritu Santo toma las cosas de Dios y las expone ante

nosotros y las convierte en un poder vivo en el corazón obediente. Entonces

poseemos la fe que obra por amor y purifica el alma, que entonces recibe la

perfecta impronta de su Autor.--Carta 21a, 1895.

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