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El Evangelismo - Elena G. de White

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gobernad vuestra voz, colocad toda la expresión y la melodía que podáis en

ella, y se evitará este terrible agotamiento a que está expuesto al predicador

que hace sermones largos e interminables...

Mucho del efecto de los discursos se pierde debido a la manera en que

éstos son presentados. El orador frecuentemente olvida que es un mensajero

de Dios y que Cristo y sus ángeles están en su auditorio como oyentes. Su

voz no debe elevarse a un tono muy alto, gritando la verdad como si fuera

una trompeta; porque esto es más poder nervioso que un espíritu tranquilo y

el poder del Espíritu Santo. Jesús, el más grande Maestro del mundo, era

tranquilo, ferviente, impresionante en sus discursos. El es nuestro ejemplo en

todas las cosas.--Carta 47, 1886.

Gesticulaciones violentas--El Señor pide que Ud. mejore

definidamente su manera de presentar la verdad. No necesita ser

sensacionalista. Predique la Palabra, así como Cristo, el Hijo de Dios,

predicaba la Palabra. Las gesticulaciones violentas desvirtúan las

impresiones que la verdad produciría en los corazones humanos, y

disminuyen la fuerza de la manifestación del Espíritu de Dios. Borran las

impresiones solemnes concernientes a la Palabra de Dios que los santos

ángeles desearían que se hiciesen en las mentes...

Hermano mío, el Señor me ha dado un mensaje para Ud. El ministro

evangélico se ocupa de una obra solemnísima y sacratísima. En toda reunión

donde se enseña la Palabra de Dios, los ángeles están presentes, y los que

dirigen tales reuniones deben trabajar con tanta solemnidad como la que

Cristo manifestó en sus enseñanzas. A cada presentación de la Biblia debe

imprimirse el molde correcto.--Carta 366, 1906.

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