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El Evangelismo - Elena G. de White

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hacen esfuerzos cabales para dirigir los pensamientos y confirmar las

convicciones de los que estudian la verdad.

Demasiado a menudo, se deja la obra sin terminar: y en muchos casos

tales, no sirve de nada. A veces, después que un grupo de personas aceptó la

verdad, el predicador piensa que debe ir inmediatamente a un campo nuevo;

y a veces, sin que se hagan las investigaciones debidas, se lo autoriza a ir.

Esto es erróneo. El debiera terminar la obra empezada; porque al dejarla

incompleta, resulta más daño que bien. Ningún campo es tan desfavorable

como el que fue cultivado lo suficiente como para dar a las malezas una

lozanía más exuberante. Por este método de trabajo muchas almas han sido

abandonadas al zarandeo de Satanás y a la oposición de miembros de otras

iglesias que rechazaron la verdad; y muchos han sido arreados donde nunca

se los podrá ya alcanzar. Sería mejor que un predicador no se dedicase a la

obra si no puede hacerlo cabalmente.

Debe grabarse en la mente de todos los nuevos conversos la verdad de

que el conocimiento permanente puede adquirirse únicamente por labor

ferviente y estudio perseverante. Por lo común, los que se convierten a la

verdad que predicamos no han sido antes estudiantes diligentes de las

Escrituras; porque en las iglesias populares se realiza poco verdadero estudio

de la Palabra de Dios. La gente espera que los predicadores escudriñen las

Escrituras en su lugar y le expliquen lo que ellas enseñan.

Muchos aceptan la verdad sin cavar hondo para comprender sus

principios fundamentales; y cuando ella encuentra oposición, se olvidan de

los argumentos y pruebas que la sostienen. Han sido inducidos a creer la

verdad, pero no han sido plenamente instruidos acerca de lo que es, ni han

sido llevados de un punto a otro en el conocimiento de Cristo. Demasiado a

menudo su piedad se vuelve formal, y cuando dejan de oír los llamamientos

que los despertaron, se quedan espiritualmente muertos. A menos que los

que reciben la verdad se conviertan cabalmente, a menos que haya un

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