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El Evangelismo - Elena G. de White

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tengan que invertir la segunda media hora en olvidar lo que dije en la

primera o en desear que termine cuando ya les he dado tanto como pueden

llevar consigo".--Carta 47, 1886.

Abreviad vuestros discursos largos--Algunos de vuestros discursos

largos tendrían mucho mejor efecto sobre la gente si los dividierais en tres.

La gente no puede digerir tanto; sus mentes ni aun lo pueden abarcar, y

llegan a cansarse y confundirse al tener tanto material puesto delante de ellos

en un solo discurso. Las dos terceras partes de los discursos tan largos se

pierden, y el predicador se agota. Hay muchos de nuestros ministros que

yerran en este respecto. El resultado sobre ellos no es bueno; porque se

vuelven cerebros cansados y sienten que están conduciendo cargas pesadas

para el Señor y soportando durezas...

La verdad es tan diferente en carácter y obra de los errores predicados

desde los púlpitos populares que, cuando se la presenta a los oyentes por

primera vez, casi los agobia. Es manjar sólido y debe ser tratada

juiciosamente. Aun cuando algunas mentes son rápidas para captar ideas,

otras son lentas para comprender verdades nuevas y sorprendentes que

comportan grandes cambios y presentan una cruz a cada paso. Dadles tiempo

para digerir las maravillosas verdades del mensaje que les presentáis.

El predicador debe esforzarse por llevar la comprensión y las simpatías

de la gente consigo. No os remontéis demasiado arriba, a donde no puedan

seguiros, sino dad la verdad punto tras punto, lenta y distintamente,

presentando unos pocos puntos esenciales, y entonces esa verdad será como

un clavo fijado en un lugar seguro por los "maestros de las congregaciones".

Si os detenéis cuando debéis hacerlo, no dándoles a la vez más de lo que

pueden comprender y aprovechar, estarán ansiosos de oír más y así el interés

será sostenido.--Carta 39, 1887.

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