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El Evangelismo - Elena G. de White

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mujeres puedan unirse juntamente para laborar con el Señor. Ciertamente

debería haber un gran número de mujeres dedicadas a ministrar a la

humanidad doliente, a elevarla y educarla para que crean--nada más que para

que crean--en Jesucristo nuestro Salvador. Y a medida que las almas se den

al Señor Jesús, y se entreguen completamente, comprenderán la doctrina...

Me siento apenada porque nuestras hermanas de los Estados Unidos no

están haciendo más de lo que podrían hacer por el Señor Jesús. Si esperan en

Cristo, recibirán valor, fuerza y fe para realizar la obra. A muchas mujeres

les gusta hablar. ¿Por qué no podrían hablar las palabras de Cristo a las

almas que perecen? Cuanto más estrechamente nos relacionamos con Cristo,

tanto más aprende el corazón la condición desesperada de las almas que no

conocen a Dios, y que no sienten la deshonra que están infligiendo a Cristo

quien las ha comprado por precio.

Cuando las mujeres creyentes sientan preocupación por las almas y por

los pecados de los demás, estarán trabajando en la forma como Cristo lo

hizo. No considerarán demasiado grande ningún sacrificio que deban realizar

para ganar almas para Cristo. Y todos los que sienten este amor por las

almas, son nacidos de Dios; están preparados para seguir en sus pisadas, y

sus palabras y voz serán talentos empleados al servicio del Maestro; el

nutrimento mismo que fluye de la cepa madre hacia sus propias almas

refluirá en forma evidente por los conductos del amor hacia las almas que se

están marchitando y secando.

En esta obra hay una fuente de educación constante. El deseo de llegar

a ser una bendición para los demás pone de manifiesto la debilidad y la

ineficacia del obrero. Este lleva el alma hacia Dios en oración, y el Señor

Jesús proporciona luz y su Espíritu Santo, y así se llega a comprender que es

Cristo el que quebranta y derrite los corazones duros.--Carta 133, 1898.

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