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Rocío Ruiz<br />
En los últimos meses algunos problemas... imprevistos también, hicieron peligrar<br />
el viaje. Ante la posibilidad <strong>de</strong> anular la partida, su corazón saltó hasta su<br />
mano y empezó a palpitar en ella, <strong>de</strong> forma sincopada. Temerosa <strong>de</strong> la situación,<br />
<strong>de</strong>scontrolada, los dos últimos meses se atrincheró en la cama y lloró.<br />
Lloró tanto que el corazón aprendió a nadar y nadando volvió a ocupar su lugar<br />
inicial, cerca <strong>de</strong> los pulmones.<br />
Aquellos dos meses fueron largos y lluviosos. Tumbada en la cama ensoñaba<br />
y entremezclaba estampas futuras <strong>de</strong>l viaje, imágenes vividas, escalas que<br />
podía realizar y sitios recorridos para olvidar. Mezclaba la lluvia con el llanto y<br />
los <strong>de</strong>seos con su <strong>de</strong>speinado porvenir. Engullía palomitas, como si masticara<br />
cada uno <strong>de</strong> los minutos que la separaban <strong>de</strong> un viaje cada vez más incierto.<br />
Ella se había preparado para iniciar aquel viaje y, <strong>de</strong> nuevo, algo se escapaba<br />
<strong>de</strong> sus manos; el <strong>de</strong>stino caprichoso <strong>de</strong>cidía, componía, preparaba cada<br />
uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong><strong>tal</strong>les <strong>de</strong>l viaje, sin <strong>de</strong>jar que ella participara en nada, absolutamente<br />
nada.<br />
Ahora en el hospi<strong>tal</strong> recordaba los últimos y <strong>de</strong>cisivos momentos con a<strong>de</strong>mán<br />
socarrón. La sangre en las sábanas y los minutos en contra <strong>de</strong>l taxista que no<br />
llega. Los adoquines dormidos y los semáforos en rojo que confabulaban contra<br />
su viaje. El olor a bata ver<strong>de</strong>, las miradas interrogantes <strong>de</strong> los guantes asépticos<br />
que luchaban por el inicio <strong>de</strong> la travesía. Y, finalmente, su llanto y el <strong>de</strong><br />
ella que evi<strong>de</strong>nciaban que todo había empezado ya.<br />
La enfermera había entrado en la habitación y lo había <strong>de</strong>jado a su lado. Después<br />
<strong>de</strong> amamantarlo, el niño se había quedado dormido encima <strong>de</strong> su pecho.<br />
Ella, que nunca había sido aventurera, ni viajera, iniciaba un viaje sin retorno,<br />
don<strong>de</strong> lo importante no era llegar, sino viajar.<br />
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