Fulanita de tal - Planeta Babel

La maleta
Àgata Moragues Jaume
tiempo que Francisca tiene el mismo sueño. Camina sola por
hace una carretera. Es de noche y hace frío. En una mano lleva
un bolso y en la otra una maleta. Mira hacia atrás y ve un pueblo y una casa.
Llega un autobús y se detiene. Cuando se abren las puertas Francisca quiere
subir, pero no puede dar un paso porque está paralizada. El autobús desaparece
y Francisca se despierta empapada en sudor. Siente frío y le duele
mucho el estómago. Es como si dentro tuviese piedras puntiagudas. El dolor
es cada vez más fuerte, el frío también, y las piedras puntiagudas se le clavan
en el cuerpo como si fueran lanzas de hielo. No puede dormir pero cierra
los ojos y, en ese momento, recuerda una película que un día vio en la televisión.
Era la historia de un matrimonio que vivía en una casa muy lujosa. Al principio
se les veía muy felices. Después, empezaron a discutir y a estar de mal
humor. Y es que él cada día llegaba más tarde por la noche y ella casi siempre
estaba sola en aquella casa tan bonita. Al final la mujer le dijo a su marido
que ya no aguantaba más, que le dejaba para siempre, que quería empezar
una nueva vida ella sola y que se iba a la ciudad. Él no dijo nada y ella se
puso el abrigo, cogió su bolso y una maleta, que previamente ya había preparado,
y se marchó.
Vaya un final. Eso sólo pasa en el cine. ¡Menuda tontería!, piensa Francisca,
y ya no puede, durante mucho tiempo, quitarse esa imagen de la cabeza.
La verdad es que las mujeres como ésta sí que lo pueden hacer; además...
ésta tenía dinero... era inteligente... ¡vamos, una gran señora! y el hijo de
puta del marido otro borracho. ¡ Qué asco de vida! yo... no... no, no...imposible...
pero adónde voy a ir yo... quizás en la ciudad podría encontrar un
trabajo, pero eso, eso es muy difícil, hay mucho paro... ahora sí que ten-
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