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Al día siguiente me dirigí al hospi<strong>tal</strong> para recoger el cuerpo <strong>de</strong> mi madre. Mientras<br />
esperaba que me atendieran me vi en el reflejo <strong>de</strong> un panel <strong>de</strong> anuncios<br />
sobre el embarazo y me vi <strong>de</strong>smaquillada y con el cabello revuelto. Estaba<br />
vestida con una minifalda ver<strong>de</strong> brillante sobre la mitad <strong>de</strong>l muslo y un amplio<br />
escote. No tenía nada más para ponerme. Mi piel estaba seca y mis ojos parecían<br />
recordar las lágrimas <strong>de</strong> la noche anterior. Empezaba a arreglarme cuando<br />
llegó el doctor.<br />
Era un viejo <strong>de</strong> cabello blanco y que cojeaba <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong>recho. Recorrimos muy<br />
lentamente ese pasillo que se me hacía eterno. De rato en rato se volteaba hacia<br />
mí y me miraba <strong>de</strong>scaradamente los pechos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus gruesas gafas. Finalmente<br />
llegamos hasta el pequeño hall <strong>de</strong> la morgue. Allí estaba el triste ataúd<br />
<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra don<strong>de</strong> habían colocado provisionalmente a mi madre. La tapa estaba<br />
cerrada y tenía la apariencia <strong>de</strong> un mueble que hubiera estado <strong>de</strong>masiado<br />
tiempo en un <strong>de</strong>sván. El doctor me preguntó si quería verla. Asentí sin <strong>de</strong>cir nada,<br />
me tendría que enfrentar a ese momento tar<strong>de</strong> o temprano y ya no me podía arruinar<br />
el viaje.<br />
Cuando abrió la tapa, allí estaba ella, más pequeña aún <strong>de</strong> lo que la recordaba.<br />
Su cabello estaba seco y estirado, así como su piel, que ya había adquirido<br />
un tono blanquecino. Aparte <strong>de</strong> eso, parecía que estuviera dormida. Sólo su<br />
inmovilidad era un tanto incómoda a la vista. Hasta los dormidos se mueven<br />
un poco.<br />
Aún no sentía verda<strong>de</strong>ro dolor por su muerte, pero poco a poco iba cayendo<br />
en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que no la volvería a ver. Mientras estaba inclinada sobre el<br />
ataúd viendo a mi madre y recordando algún momento cariñoso <strong>de</strong> verdad<br />
que tuvimos, sentí la mano <strong>de</strong>l doctor posarse suavemente sobre mi trasero.<br />
En esa situación podía hacer dos cosas: girarme y darle una bofetada o<br />
<strong>de</strong>jarlo hacer, a fin <strong>de</strong> cuentas era una puta.<br />
Recuerdo que la última vez que <strong>de</strong>jé continuar esa situación fue en la oficina<br />
<strong>de</strong> correos, mientras esperaba a mi madre. Su jefe, aquel que salía a beber<br />
agua para verme cada vez que entraba al edificio, sabía <strong>de</strong> mi trabajo como<br />
casi todo el pueblo, por lo que se sintió con permiso para hacerlo. Yo estaba<br />
inclinada en un escritorio esperando a mi madre y sentí su mano posarse en<br />
mi trasero. Como estaba acostumbrada a eso, lo <strong>de</strong>jé hacer. En ese instante<br />
entró ella.<br />
Esa misma noche en su casa me llamó fulana y fue la última vez que la vi,<br />
que la vi con vida podría <strong>de</strong>cirse. Los meses anteriores <strong>de</strong> alguna manera<br />
60<br />
La ciudad