e - Fundació Uriach 1838

go ruso, evidentemente sin pedi -
grí, a juzgar por lo moteado de s u
pelaje . Cuestión que a los Corriente
Cualquiera les importab a
un auténtico bledo .
Antoñita empezó a madurar, a
envejecer lentamente . Se sentía
agobiada, triste, confusa . S u
vida no había sido, ni much o
menos, lo que ella habría desea -
do . Su esposo, Francisco, via -
jaba intensamente sin salir d e
la cama y las rentas heredadas
PARA ADELGAZA R
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Cartel de gran tamaño para anunciar el Sabe/i n
no daban para lujos, ni para llevar
una vida social como la qu e
ella hubiera deseado . No entendía
la manía de su marido . Había
pasado una guerra, sí . Habían
muerto en ella la mayoría de sus
amigos y parientes, claro . Había
sentido en su carne el horror
de la violencia desatada y
fratricida, ¡como todos! En lugar
de aprovecharse de la situación
alcanzada tras la paz, s e
metía en la cama . No habí a
quien entendiera a ese hombre,
115
El tratamiento mas
efica3 e inofensivo
para combatir la
ni quien le quisiera, aunque estuviera
obligada a vivir eterna -
mente a su lado, «hasta el (lí a
en que me muera» .
Igual que a su hermana le dio po r
los bombones, a ella le dio por las
pastillitas para la tos, de mento l
y cocaína . El mentol es la esencia
de menta, un principio activ o
refrescante, desopilante pulmonar,
que en pequeñas cantidade s
refresca y en grandes escuece . Un
amigo mío, gran farmacéutico ,
preparaba a un pariente una pomada
para las almorranas . Una
vez realizada, según arte, daba su
propio toque personal con u n
pellizquito de mentol para refres -
car la herida . Un día, mientras
preparaba la pócima, le llamaro n
para otra cuestión . Al volver no
recordaba si había dado el toqu e
magistral de mentol o no . Cogió
un pellizquito y volvió a echarlo .
Cuando el pobre pariente se colocó
el ungüento en la zona dolo -
rida, el mentol empezó a escocerle
de manera tal que no pudo
parar de correr hasta que se sen -
tó en la fuente del pueblo y pas ó
en esa posición más de una hora ,
emitiendo quejidos de alivio, ant e
el asombro del resto de conveci -
nos. A su pariente no lo mató ,
porque ambos son muy buenas
personas y algo despistados, y s e
les olvidó .