e - Fundació Uriach 1838

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Carpetas (le cerillas en donde se anunciaban distintos medicamentos
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debían fumar si no querían ver su
hombría en entredicho . Camil o
José Cela aseguraba que «jamá s
puede negársele un cigarrillo a u n
amigo, ni un sopapo a un impertinente»
. Así eran los machos d e
su época y anteriores. Si uno n o
fumaba tagarninas, escupía po r
el colmillo y decía tacos sonoro s
en los momentos adecuados, podía
pasar por cualquier cosa .
Don Paco Corriente, aunque tum -
bado, nunca dejó que pusieran e n
duda su virilidad y siguió fumando ;
si bien, en la cama, prefirió hacerlo
en pipa, con las cachimba s
Buttnerque le traía su esposa, dán -
dole razón al consejo de «¿Fumar ?
Sí pero fumar filtrado que es l o
ideal para su salud» . En su casa
jamás faltaron ceniceros que les regalaban
en las boticas, como el li -
cenciado Perales, de Getafe (Madrid)
que aprovechaba para
anunciar el antidiabético Perales
en sus ceniceros de hoja de lata
policromada, o las aguas de
Carabaña, que proporcionaba n
unos ceniceros de latón, gruesos y
hermosos, algo menos elegante s
que los de la emulsión Scott de
aceite de hígado de bacalao y má s
pesados que los del laboratori o
Sana-vida (caramba con la vida
sana) muy posterioresy fabricados
en la modernísima baquelita . Tam -
poco le faltaron jamás cerillas, e n