SOLIDO LIQUIDO O GAS? - Instituto Cuánto
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grado de arbitrariedad, sorpresa e imposición gubernamental que jamás sería<br />
tolerado en época estable. Y la única consecuencia del fracaso de esas<br />
medidas es la justificación de un grado aún mayor de sorpresa, imposición<br />
e intromisión estatal.<br />
El tercer comentario es que los economistas hemos contribuido sustancialmente<br />
a la desestabilización. Pecamos de aprendices de mago, en<br />
algo por ingenuidad, en parte por soberbia. Mucho influye la visión mecánica<br />
de la economía, y no sólo en los ojos de los colegas ingeniero-economistas,<br />
que ven a la economía como el motor de un vehículo. Si algo anda<br />
mal, basta identificar la pieza-problema –una bujía quizás– y cambiarla, de<br />
inmediato tendremos un crecimiento del 8% anual de PBI, inflación cero y<br />
una sociedad sin pobres. En otros países, el potencial destructivo de esta<br />
ingenua proclividad al experimento es controlado o reprimido por el instinto<br />
conservador y la sensatez de grupos dirigentes, sean del poder económico<br />
o político.<br />
No me quedo atrás en ingenuidad. Durante mis años en la presidencia<br />
del Banco Central, propuse medidas psicológicas de control de inflación,<br />
créditos selectivos para reorientar la producción, nuevos impuestos para<br />
acabar con el déficit fiscal, un dólar paralelo para combatir el contrabando<br />
y fuga de capital. Pronosticaba un rápido fin a la inflación, un dramático<br />
aumento en las exportaciones no tradicionales y una histórica recuperación<br />
del agro. Hoy dudo de la eficacia de todas esas medidas, en particular del<br />
crédito selectivo que termina siendo más subsidio a pocos, que palanca de<br />
cambio para la mayoría, y veo, con más claridad, el costo desestabilizante<br />
de cada cambio en el marco económico.<br />
Pero el aprendizaje de brujo recién llega a su madurez con el APRA.<br />
Si el punto de partida de la ortodoxia es el concepto poco plausible del<br />
hombre económico, el de la heterodoxia es aún menos plausible –el del<br />
funcionario omnisciente y omnipotente– que sabría medir el nivel exacto<br />
requerido de déficit fiscal y lo graduaría, cual piloto de carrera, con toques<br />
de pedal. Y así como con el déficit, con la inversión: unos cuantos anuncios,<br />
almuerzos y tasas de interés baratas, y la inversión privada despegaría.<br />
Y la crítica a esta óptica en su mayor parte, no es al supuesto, sino al manejo<br />
exacto de los pedales. “Déjame a mí, hermanito, que yo sí sé manejarlo”.<br />
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