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Nagash envió mensajeros desde las ruinas para que localizaran al heredero de Kadon. Pero Morath estaba muerto. El<br />

hechicero maligno había muerto a manos de Sigmar, y la corona estaba en posesión del primer Emperador. Habiendo sentido su<br />

gran maldad, Sigmar no quiso utilizarla y la guardó bajo llave en su sala del tesoro, lejos de los ojos que pudieran estar tentados<br />

de utilizarla.<br />

Nagash envió mensajeros al campamento de Sigmar reclamando su corona y ofreciéndole riquezas infinitas a cambio. Una<br />

gran figura encapuchada, montada sobre un Carroñero, descendió sobre el campamento. Todo el mundo estaba acobardado<br />

cuando la oscura figura desmontó y presentó las demandas de su señor con voz de ultratumba.<br />

El mensajero estaba rodeado por un hedor a maldad y descomposición, y todos los que le miraban quedaban acobardados,<br />

pidiendo a su líder que le entregara la corona. Sin embargo, Sigmar no tenía la intención de entregar la corona, y viendo la decidida<br />

actitud de su líder, los guerreros cobraron nuevos ánimos. Su alegría acabó cuando el mensajero volvió a hablar, diciendo que<br />

eran unos locos que no vivirían lo suficiente para lamentar su decisión. Sigmar levantó su gran martillo Ghal Mharaz y golpeó a la<br />

criatura No Muerta. Ésta se descompuso sobre sí misma, dejando sólo una oscura capa tras él. Sigmar ordenó que sus restos<br />

fueran quemados.<br />

Nagash dedicó muchos meses a reunir sus fuerzas. Con sus hechizos animó legiones de muertos de los cementerios y<br />

otras criaturas de la oscuridad acudieron a su llamada hasta formar un poderoso ejército No Muerto. Al fin estaba listo para<br />

emprender una guerra contra Sigmar y su pueblo. El gran ejército de muertos andantes avanzó por los bosques del Imperio,<br />

matando a todo aquel que encontraban. Los muertos pasaban a engrosar las filas del ejército. Muchos hombres murieron, y otros<br />

muchos que huyeron ante el avance del ejército de No Muertos hicierno correr la noticia de la llegada de Nagash. Nagash<br />

comprendió la importancia de tener el miedo como aliado.<br />

Y los hombres del Norte estaban asustados. Habían derrotado a los Orcos y expulsado a todos sus enemigos anteriores,<br />

pero ahora debían enfrentarse a un enemigo que les hacía temblar y parecía invencible. De todos ellos Sigmar era el único que<br />

no tenía miedo. Pidió ayuda a sus aliados Enanos, y forjó muchas armas con magia poderosa contra sus enemigos No Muertos.<br />

Los dos ejércitos se enfrentaron en las orillas del río Reil, a finales de la primavera del año 15 Imperial. Era un<br />

enfrentamiento equilibrado y que causaría grandes sufrimientos. Los humanos y los Enanos eran tropas decididas. Los<br />

regimientos No Muertos de Esqueletos animados y cadáveres andantes avanzaban como autómatas, cada paso iba<br />

perfectamente sincronizado con el ritmo de un tambor de piel humana. Los Carroñeros oscurecían el cielo sobre sus cabezas. Los<br />

Vampiros acechaban en la rojiza oscuridad. Los Necrófagos devoraban a muertos y a heridos indistintamente. Los Caballeros No<br />

Muertos agarraban a los hombres con su frío abrazo. El ejército de Nagash cargó y rompió como una ola contra el imperturbable<br />

muro de escudos Enanos. Las fuerzas de Sigmar contra cargaron, y empezó un combate cuerpo a cuerpo generalizado que<br />

enfrentó a hombres contra monstruos por todo el campo de batalla.<br />

Entre todos los muertos andaban dos seres poderosos como dioses. Sigmar dirigía carga tras carga de los hombres de<br />

Unberogens. Su temible martillo de guerra le hacía una máquina de destrucción viviente, dejando un rastro de muerte tras él<br />

mientras atravesaba las líneas enemigas. Nagash montado en un gran carruaje negro, se abría paso entre los combatientes,<br />

empuñando una negra espada rúnica aullante que sostenía con su garra metálica. Estos dos titanes se enfrentaron en el centro<br />

de la batalla. Sigmar saltó sobre el carruaje en marcha, y luchó contra el Nigromante No Muerto. Fue una lucha entre seres con<br />

fuerzas extraordinarias que hizo que los dos cayeran rodando del vehículo al suelo.<br />

Los dos combatieron durante una hora mientras la batalla rugía a su alrededor. Nagash golpeó a Sigmar en el brazo,<br />

causándoles una herida envenenada. Notando como le fallaban las fuerzas, Sigmar arremetió en un enloquecido ataque final. El<br />

martillo era como un trueno en sus manos. Golpeó una y otra vez al Gran Nigromante, que retrocedió hasta el río. Nagash invocó<br />

a sus esbirros más poderosos para que le ayudaran. Los Vampiros atacaron al Emperador. Sigmar golpeó a diestra y siniestra,<br />

derribándoles y matándoles de un golpe.<br />

Notando la debilidad de su enemigo, Nagash se puso en pie. Sigmar jadeaba delante de él. Ambos sabían que éste era el<br />

duelo final. Sigmar, aunque herido, atacó de nuevo. Su martillo descendió como un meteoro. Nagash detuvo el ataque y el martillo<br />

no le alcanzó. Durante bastante tiempo, los dos forcejearon. Cuando sus armas chocaban, saltaban chispas. El atronador sonido<br />

de metal chocando contra metal acallaba los gritos de los moribundos. Sus tendones, duros como el acero, empujaban con<br />

vitalidad sobrenatural. Los ojos azules y fríos estaban trabados con el interior de unas horrendas cuencas vacías. Al final ganó<br />

Sigmar, desarmando al Gran Nigromante y golpeando con su arma la cabeza de su enemigo.<br />

Al morir el Nigromante, de su cráneo roto surgió una oscura nube que subió como una columna de gas envenenado sobre<br />

el campo de batalla; el humo se dirigió hacia el Sur. Las legiones animadas por su oscura fuerza de voluntad quedaron destruidas.<br />

Los Esqueletos quedaron desechos en montones de huesos, los Zombis trastabillaron y cayeron, descomponiéndose ante los ojos<br />

de los hombres hasta convertirse en montones de carne podrida. Los Vampiros y los Necrófagos huyeron hacia lo más profundo<br />

de los bosques. Al acabar la batalla, Sigmar se tambaleó y cayó.<br />

El hombre-dios necesitó varios meses para recuperarse de la herida causada por Nagash, aunque nunca pudo recuperar<br />

por completo su fuerza. Por otra parte, el Gran Nigromante necesitó varios siglos para volver a recomponer su forma mortal en su<br />

gran sarcófago de Khemri. Había aprendido una amarga lección. En el mundo ya existían poderes comparables al suyo. Decidió<br />

ser más cuidadoso la próxima vez. A partir de ese día, ha vivido en Nagashizzar como una pálida sombra de su anterior poder,<br />

utilizando una gran red de agentes para hacer cumplir sus órdenes.<br />

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