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Reconocimiento a 50 y 25 años de Abogacía - LA TOGA

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66<br />

Contraportada<br />

Juan Camuñez Ruiz, Abogado<br />

Manolo<br />

Cierto es que la vejez es una etapa <strong>de</strong> la<br />

vida nada confortable. Y asimismo es cierto<br />

que la única forma <strong>de</strong> eludirla es morirse<br />

joven, lo que tampoco es precisamente<br />

seductor. Por consiguiente, lo sensato será<br />

aceptar los <strong>años</strong> tal como se van acumulando sobre<br />

las cansadas espaldas y esperar pacientemente a que<br />

nos llegue el turno.<br />

Una <strong>de</strong> las dolorosas secuencias <strong>de</strong> esa espera es<br />

que, en el ínterim, uno ve pasar por <strong>de</strong>lante, camino <strong>de</strong><br />

la eternidad, a muchos queridos amigos. Y cada uno<br />

<strong>de</strong> los que se van se lleva consigo un jirón <strong>de</strong> nuestra<br />

alma. (En este punto, y sin otra <strong>de</strong>mora, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir:<br />

¡Tate, tecla, y no sigas por ese camino!). Sí, es preciso<br />

<strong>de</strong>sviar el rumbo <strong>de</strong> esta introducción, porque el compromiso<br />

<strong>de</strong> esta página es el <strong>de</strong> servir al lector unas<br />

pinceladas amables inspiradas por el animus iocandi,<br />

<strong>de</strong>l que me estaba alejando peligrosamente.<br />

Sin embargo, también es comprensible que<br />

comience este articulillo con el ánimo contristado,<br />

porque está aún muy reciente el dolor por la pérdida<br />

<strong>de</strong> un muy querido compañero, con el que compartí<br />

inolvidables ratos <strong>de</strong> charlas presididas por su extraordinario<br />

sentido <strong>de</strong>l humor. Me estoy refiriendo a Manolo<br />

Muñoz Filpo, a quien dispensé siempre un especial<br />

afecto y al que guardo reconocimiento y gratitud<br />

porque un importante ramillete <strong>de</strong> las anécdotas que<br />

acogen estas contraportadas y pueblan mis libros me<br />

fueron suministradas por él, tan fino observador y tan<br />

ameno relator <strong>de</strong> los episodios que se <strong>de</strong>sarrollan en<br />

torno a nuestro trabajo.<br />

Manolo estaba en posesión <strong>de</strong> una vasta cultura,<br />

consecuencia lógica <strong>de</strong> su insaciable sed <strong>de</strong> lecturas.<br />

Y, como he apuntado más arriba, estaba dotado <strong>de</strong><br />

un formidable sentido <strong>de</strong>l humor, <strong>de</strong>l que nunca se<br />

<strong>de</strong>sprendió su alma, pese a que el Cielo le impuso<br />

una durísima prueba al arrebatarle un ángel con el<br />

que antes le había ben<strong>de</strong>cido. Juntos vivimos muchas<br />

esperas, haciendo antesala -nunca más apropiada<br />

esta expresión-, para solicitar Justicia ante nuestros<br />

Juzgados y Tribunales. Y en esos obligados paréntesis<br />

en nuestra actividad diaria, mucho me solacé con sus<br />

comentarios, dichos y ocurrencias.<br />

Tenía, a<strong>de</strong>más, Manolo una sólida formación<br />

jurídica y una firme vocación profesional, incluso <strong>de</strong><br />

carácter genético, pues que no en bal<strong>de</strong> pertenecía<br />

a una saga <strong>de</strong> ilustres jurisconsultos, hoy prolongada<br />

en las personas <strong>de</strong> sus primos, todos queridos amigos y<br />

compañeros <strong>de</strong> quien suscribe.<br />

Tomando como fuente a Manolo Muñoz Filpo se<br />

pue<strong>de</strong>n escribir muchas páginas <strong>de</strong> un anecdotario<br />

judicial, y aquí me propongo <strong>de</strong>jar anotado algún<br />

ejemplo, aunque siempre faltará la gracia que él<br />

<strong>de</strong>rrochaba en los relatos. Como cuando contaba<br />

la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> aquel cliente que acudió a su<br />

<strong>de</strong>spacho para que le asesorara sobre el camino a<br />

seguir frente a aquel agreste vecino, dueño <strong>de</strong> la casa<br />

colindante con la suya, que se oponía a que realizara<br />

cierta obra en su azotea.<br />

-¡Y yo quiero obrar, don Manuel! ¡Yo necesito<br />

obrar! ¡Dígame usted que hago para po<strong>de</strong>r obrar!<br />

-Muy sencillo. Cuando salga usted <strong>de</strong> aquí, entre<br />

en la farmacia más próxima y compre supositorios<br />

Rovi…<br />

Manolo exponía sus informes ante los Tribunales<br />

con mucha claridad y, a veces, también con mucho<br />

<strong>de</strong>senfado. Empleaba un lenguaje sencillo, salpicado<br />

<strong>de</strong> expresiones que tenían su origen en el pueblo llano<br />

y que brotaban <strong>de</strong> sus labios con la misma naturalidad<br />

con que mana el agua <strong>de</strong> la fuente. Me valdré <strong>de</strong> un<br />

ejemplo paradigmático <strong>de</strong> lo que digo.<br />

En una lejana ocasión intervinimos ambos en una<br />

vista oral ante una <strong>de</strong> las Salas <strong>de</strong> nuestra Audiencia<br />

Provincial. Figuraban como inculpados los dos conductores<br />

<strong>de</strong> sendos vehículos que habían colisionado,<br />

ocasionando la muerte <strong>de</strong> un tercero. Cada uno <strong>de</strong><br />

nosotros <strong>de</strong>fendía a un conductor. El fiscal consi<strong>de</strong>raba<br />

que los dos compartían la responsabilidad <strong>de</strong> los<br />

hechos, aunque en distinto grado, y, en consecuencia,<br />

solicitaba distinta pena para uno y otro, y, lógicamente,<br />

diferente participación en la in<strong>de</strong>mnización a favor<br />

<strong>de</strong> los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la víctima. Al que yo <strong>de</strong>fendía lo<br />

estimó más culpable, y la in<strong>de</strong>mnización <strong>de</strong> la que<br />

había <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r era tres veces superior a la <strong>de</strong>l otro,<br />

el que <strong>de</strong>fendía Manolo.<br />

Por esas cosas que a veces pasan, en el acto<br />

<strong>de</strong>l juicio la prueba testifical discurrió <strong>de</strong> tal manera<br />

que los términos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>bate se invirtieron, hasta el<br />

punto <strong>de</strong> que el fiscal, lejos <strong>de</strong> elevarlas a <strong>de</strong>finitivas,<br />

modificó sus conclusiones provisionales y lo que pedía<br />

para un acusado lo trasladó al otro, y viceversa. Así,<br />

mi <strong>de</strong>fendido ya habría <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, en todo caso,<br />

<strong>de</strong> una in<strong>de</strong>mnización tres veces inferior a la <strong>de</strong>l coinculpado.<br />

Ante esta nueva situación, Manolo y yo, sentados<br />

uno junto al otro, intercambiamos unas elocuentes<br />

miradas, las mías, lo confieso, cargadas <strong>de</strong> regocijo.<br />

Terminado el informe <strong>de</strong>l fiscal, le correspondió el turno<br />

a él.<br />

-Con la venia <strong>de</strong> la Sala.<br />

Yo estaba expectante por conocer cómo afrontaría<br />

la nueva e inesperada situación. Juraría que los<br />

magistrados también. Inició su discurso:<br />

-Yo venía aquí casi como convidado <strong>de</strong> piedra, y<br />

<strong>de</strong> repente me han dado en tó el bebe…<br />

Enero - Marzo 2010

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