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—Cuéntame todo lo que hicieron; te diré por que no<br />
lograron nada.<br />
—Bueno—comenzó Dimas—; Luis solamente habló<br />
acerca de las grandes campañas que había visto en la ciudad.<br />
De Luis Palau y otros. Quiso imitarlos. Dijo que sacaríamos<br />
grandes ofrendas para pagar todos los gastos. Sólo teníamos<br />
que alquilar el estadio e invitar a todo el mundo. Los problemas<br />
comenzaron la primera noche. Luis se quejó de que ningún<br />
misionero llegara con un carro para llevarlo. Dijo que la gente<br />
no respetaba al predicador viéndolo caminar a pie.<br />
Ezequiel escupió en el suelo. Dimas continuó:<br />
—Llegó mucha gente. Y muchos vendedores. Gritaron<br />
durante el culto: "¡Frescos!", "¡tacos!" y "¡tabletas!". Y los<br />
mendigos llegaron. Pidieron limosnas. Sacaron las monedas<br />
del plato de la ofrenda. No recibimos casi nada. La segunda<br />
noche Luis trajo a un soldado. Acompañó a Pepe mientras<br />
tomaba la ofrenda.<br />
—Como acompañan a los conductores en los trenes.<br />
—¡Así fue! Pero el soldado exigió el cincuenta por ciento.<br />
No recibimos suficiente para pagar el gas de la lámpara.<br />
Bueno, mi cuñado Roberto fue el primero en aceptar. Luis<br />
había hablado con él. Le dijo que pagaban bien a los artistas<br />
que tocaban en las campañas. Roberto era músico en una<br />
cantina. Luis le dijo que Dios lo iba a bendecir más tocando en<br />
los cultos de evangelismo.<br />
—¿Se puede comprar un alma con dinero? —se rió<br />
Ezequiel.<br />
—Luego otros aceptaron. Pepe se animó bastante y quiso<br />
predicar. Luis se lo permitió. Trató de predicar exactamente<br />
como Luis. Pepe imitó su voz y todo. Compró una corbata y un<br />
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—Ojalá que venga pronto. Tenemos que preparar a los<br />
nuevos encargados en Paniagua y las demás aldeas.<br />
Luis siguió:<br />
—Pero va a vivir en Dos Rocas. Quizás viajará a las aldeas.<br />
Viene el mes entrante.<br />
—¡Magnífico! El puede dar la clase para los de Dos Rocas.<br />
Mateo y Marcos irán de Jocal. Yo no tendré que viajar tanto.<br />
Quiero ir a Riachuelo pero estos viajes a Dos Rocas están<br />
matándome.<br />
Luis le informó:<br />
—Pero Mateo, aquel gallo de Jocal, me dijo que ya no<br />
es<strong>tu</strong>diaría más.<br />
—¡Ay no!—gimió Dimas—. ¡No sé lo que puedo hacer! ¡A<br />
veces me siento tan cansado!<br />
Luis meditó, y luego dijo:<br />
—Quiero ayudarte. Quizás puedo hallar trabajo en Dos<br />
Rocas y pastorear la iglesia.<br />
—¡Pero nunca te gustó la vida en El Olvidado!—le recordó<br />
Dimas.<br />
—Bueno, solo hasta que venga el misionero.<br />
—¡Magnífico, Luis! ¡Cuánto me alegro! Ahora puedo ir a<br />
Riachuelo. ¡Donde mis padres! ¡Los voy a ganar para Cristo!<br />
Aquella noche Dimas llamó a la iglesia en Paniagua para<br />
una sesión. Sería para decidir si Roberto podía bautizarse.<br />
Vivía con Elena sin haberse casado legalmente. Había tenido<br />
un hijo con ella. Los demás hijos de Elena eran de otro.<br />
Ar<strong>tu</strong>ro decía:<br />
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