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Tú y tu Casa y tu Casa - Paul-Timothy

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—Cuéntame todo lo que hicieron; te diré por que no<br />

lograron nada.<br />

—Bueno—comenzó Dimas—; Luis solamente habló<br />

acerca de las grandes campañas que había visto en la ciudad.<br />

De Luis Palau y otros. Quiso imitarlos. Dijo que sacaríamos<br />

grandes ofrendas para pagar todos los gastos. Sólo teníamos<br />

que alquilar el estadio e invitar a todo el mundo. Los problemas<br />

comenzaron la primera noche. Luis se quejó de que ningún<br />

misionero llegara con un carro para llevarlo. Dijo que la gente<br />

no respetaba al predicador viéndolo caminar a pie.<br />

Ezequiel escupió en el suelo. Dimas continuó:<br />

—Llegó mucha gente. Y muchos vendedores. Gritaron<br />

durante el culto: "¡Frescos!", "¡tacos!" y "¡tabletas!". Y los<br />

mendigos llegaron. Pidieron limosnas. Sacaron las monedas<br />

del plato de la ofrenda. No recibimos casi nada. La segunda<br />

noche Luis trajo a un soldado. Acompañó a Pepe mientras<br />

tomaba la ofrenda.<br />

—Como acompañan a los conductores en los trenes.<br />

—¡Así fue! Pero el soldado exigió el cincuenta por ciento.<br />

No recibimos suficiente para pagar el gas de la lámpara.<br />

Bueno, mi cuñado Roberto fue el primero en aceptar. Luis<br />

había hablado con él. Le dijo que pagaban bien a los artistas<br />

que tocaban en las campañas. Roberto era músico en una<br />

cantina. Luis le dijo que Dios lo iba a bendecir más tocando en<br />

los cultos de evangelismo.<br />

—¿Se puede comprar un alma con dinero? —se rió<br />

Ezequiel.<br />

—Luego otros aceptaron. Pepe se animó bastante y quiso<br />

predicar. Luis se lo permitió. Trató de predicar exactamente<br />

como Luis. Pepe imitó su voz y todo. Compró una corbata y un<br />

52<br />

—Ojalá que venga pronto. Tenemos que preparar a los<br />

nuevos encargados en Paniagua y las demás aldeas.<br />

Luis siguió:<br />

—Pero va a vivir en Dos Rocas. Quizás viajará a las aldeas.<br />

Viene el mes entrante.<br />

—¡Magnífico! El puede dar la clase para los de Dos Rocas.<br />

Mateo y Marcos irán de Jocal. Yo no tendré que viajar tanto.<br />

Quiero ir a Riachuelo pero estos viajes a Dos Rocas están<br />

matándome.<br />

Luis le informó:<br />

—Pero Mateo, aquel gallo de Jocal, me dijo que ya no<br />

es<strong>tu</strong>diaría más.<br />

—¡Ay no!—gimió Dimas—. ¡No sé lo que puedo hacer! ¡A<br />

veces me siento tan cansado!<br />

Luis meditó, y luego dijo:<br />

—Quiero ayudarte. Quizás puedo hallar trabajo en Dos<br />

Rocas y pastorear la iglesia.<br />

—¡Pero nunca te gustó la vida en El Olvidado!—le recordó<br />

Dimas.<br />

—Bueno, solo hasta que venga el misionero.<br />

—¡Magnífico, Luis! ¡Cuánto me alegro! Ahora puedo ir a<br />

Riachuelo. ¡Donde mis padres! ¡Los voy a ganar para Cristo!<br />

Aquella noche Dimas llamó a la iglesia en Paniagua para<br />

una sesión. Sería para decidir si Roberto podía bautizarse.<br />

Vivía con Elena sin haberse casado legalmente. Había tenido<br />

un hijo con ella. Los demás hijos de Elena eran de otro.<br />

Ar<strong>tu</strong>ro decía:<br />

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