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PROLOGO<br />
Con la mente de un pedagogo y el corazón de un<br />
evangelista, Jorge Patterson, misionero de mucha experiencia,<br />
ha adaptado con gran creatividad los principios de la educación<br />
teológica por extensión a las necesidades de los campesinos<br />
con poca educación formal.<br />
Cuando la educación teológica por extensión estaba todavía<br />
en su infancia, Patterson se dio cuenta que este sistema podría<br />
ayudarle grandemente en el desarrollo de congregaciones en la<br />
provincia apartada y pobre de Olanchito en Honduras.<br />
Su primer intento, modelado de acuerdo al programa del<br />
Seminario evangélico Presbiteriana de Guatemala, fracasó. La<br />
falta de caminos transitables en tiempos de lluvias hizo<br />
imposible visitar a los centros de la educación teológica por extensión.<br />
Además los materiales de es<strong>tu</strong>dio presuponían por lo<br />
menos una educación primaria y resultaron demasiado difíciles<br />
para los líderes campesinos que apenas podían leer.<br />
Sin desmayar, Patterson introdujo una serie de<br />
modificaciones para que el sistema existente fuera adaptado a<br />
personas que tenían una educación muy limitada. Entre otras<br />
cosas fue necesario desarrollar materiales que los líderes<br />
rurales podían entender con facilidad y enseñar a otros. El<br />
resultado ha sido un crecimiento constante de las<br />
congregaciones autóctonas en una región que antes se<br />
viii<br />
logra disparar: no tiene balas. Mincho toma el rifle caído de<br />
Pablo y su padre le grita:<br />
—¡Mata a Dimas! ¡Mátalo!<br />
Mincho permanece indeciso por unos instantes. Cálix<br />
vuelve a gritar:<br />
—¡Mátalo, Mincho, mátalo!<br />
—¡No puedo, papá!—responde Mincho, y tira el rifle al<br />
matorral. Luego recobrada la calma, añade: —No puedo seguir<br />
en una vida como esta. Sólo voy a condenar mi alma al<br />
infierno. Mejor entregarme a Cristo. No voy a seguir los pasos<br />
de mi papa. Ya no. Ya hace días me di cuenta de que no puedo.<br />
Yo necesito que Cristo me perdone como hiciste tú, Dimas.<br />
—¡No, hijo!—grita Cálix, perplejo— ¡Entonces no serás<br />
hijo mío!<br />
—Déjame, papá. No te acompaño más en...<br />
—Te lo digo en serio, Mincho; no te hagas evangelista. No<br />
lo soportaré ni un momento.<br />
Pero Mincho se vuelve hacia Dimas y le dice:<br />
—¡Ora conmigo, hermano! ¡Ahora mismo!<br />
—¡No, Mincho, no!—tiembla la voz de Cálix—. ¡Ningún<br />
hijo mío será evangelista!<br />
Mincho se hinca, con Dimas y llora:<br />
—Jesucristo, perdóname mis pecados. Sálvame del<br />
infierno. Limpia mi alma con <strong>tu</strong> sangre. Dame la vida eterna<br />
allá donde no hay más maldad. Te doy gracias por <strong>tu</strong><br />
misericordia. ¡Gracias! ¡Sé que me has salvado! Puedo sentirlo<br />
en mi alma. Te doy gracias, O Dios, porque. . .<br />
Mincho no llega al "amén". Su padre, con un esfuerzo<br />
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