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gente. Dio la vista a los ciegos. Sanó a los cojos. Perdonó los<br />
pecados de los más malos. Y no les cobró nada. Ahora lo<br />
perdona a usted.<br />
—¿A mí? ¡Ja!<br />
—Sí. ¡Lo ama! Le da la vida eterna. ¡Gratis! Sólo que lo<br />
reciba por fe.<br />
—No puede ser tan sencillo.<br />
—Pero así es. Jesucristo sólo pide que se arrepienta de<br />
sus pecados.<br />
—¡Ja! Esto es lo difícil. No puedo, Dimas. Ya mis vicios<br />
me tienen dominado.<br />
—Claro que no puede. Nadie puede por sus propios<br />
esfuerzos. Por esto murió y resucitó Cristo. Para ayudarlo a<br />
dejar sus vicios.<br />
—No comprendo.<br />
—Jesús murió por los pecadores, llevando consigo todos<br />
nuestros pecado. El dejará sus vicios sepultados. Entonces<br />
resucitamos con él. Participamos de su nueva vida. El lo<br />
acompaña en la lucha contra sus vicios.<br />
—¿Cómo es que él me acompaña si no lo veo?<br />
—El no está aquí físicamente, pero está en espíri<strong>tu</strong>. Aquí en<br />
<strong>tu</strong> casa. Ahora.<br />
Nervioso, Ar<strong>tu</strong>ro miraba por toda la sala.<br />
Dimas siguió:<br />
—El se fue al cielo; en su cuerpo. Desde allí mandó a su<br />
Espíri<strong>tu</strong> para acompañar a todos sus discípulos. Así, él nos<br />
acompaña a todos nosotros Usted podrá sentir su presencia, y<br />
gozará de una unión con Jesucristo. Así puede dejar de chupar<br />
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