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El malduque de la Luna

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cómo estaba mi padre, una seria preocupación que, mucho<br />

más directos, compartían con su acostumbrada morbosidad<br />

los niños:<br />

¡Le habrán dao cada paliza!;<br />

No, sólo le hacen preguntas;<br />

Qué tonto. Pues al señor Ángel le pegaban con porras;<br />

Y a mi tía <strong>la</strong> pegaron hasta hacer<strong>la</strong> sangre;<br />

Y a mi abue<strong>la</strong> <strong>la</strong> afeitaron el pelo;<br />

Y al hermano <strong>de</strong>l Guita se le arrancaron a tirones;<br />

Y al Vidal le han dao una...;<br />

¿Al Vidal?, solía yo poner allí el artículo a los nombres<br />

propios para mostrarme uno <strong>de</strong> ellos, y oí con estupor a<br />

Manuel respon<strong>de</strong>rme que sí, que lo habían pil<strong>la</strong>do antes<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> nochebuena en el Puente con una moto robada, pero<br />

que él no <strong>la</strong> había robado, que todos sabían quién pero nadie<br />

se atrevía a <strong>de</strong>cirlo y en el reformatorio estaba, y a nadie,<br />

en efecto, se le escapó ni aquel<strong>la</strong> tar<strong>de</strong> ni nunca el nombre<br />

<strong>de</strong> aquel <strong>la</strong>drón, Vidal <strong>de</strong>tenido como mi padre, me<br />

notaba pesarosa por triste <strong>la</strong> cabeza, pero inmediatamente<br />

nos fuimos al <strong>de</strong>scampado a jugar con el balón que le<br />

habían llevado al Rubio su abue<strong>la</strong> y su tía: su tía <strong>la</strong> Pepinillos;<br />

que <strong>de</strong>jásemos en paz a su tía; ¡tía Pepinillos, tía<br />

Pepinillos, tía Pepinillos!; envidia que teníamos <strong>de</strong> su tía<br />

porque se había casado con un militar; ya, con un chusquero,<br />

rió Manuel, y le dio un puñetazo a <strong>la</strong> pelota, que<br />

rodó calle abajo atrayéndonos a todos en tropel <strong>de</strong>trás<br />

hasta que alguien <strong>la</strong> pilló y empezó a pasar<strong>la</strong>, vuelo <strong>de</strong><br />

uno al otro bur<strong>la</strong>ndo al Rubio hacia el <strong>de</strong>scampado <strong>de</strong> los<br />

cuatro montones <strong>de</strong> piedras que, dos a dos, marcaban porterías:<br />

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