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iba a pedirle a <strong>la</strong> puta que se lo fol<strong>la</strong>se allí mismo <strong>de</strong><strong>la</strong>nte<br />
<strong>de</strong> todos, y entonces... entonces a los que iba a soltar era a<br />
sus camaradas para que fueran contándolo todo por ahí,<br />
que para eso sí tenía siempre <strong>la</strong> gente <strong>la</strong> lengua suelta, también<br />
los hijos <strong>de</strong> Satanás, eso <strong>de</strong>cía el hijo <strong>de</strong> puta, y el hijo<br />
<strong>de</strong> puta rompió entonces a reír como un loco y el pobre<br />
Manzanares a llorar, pero sólo a llorar, se echó a llorar pero<br />
no dijo ni una pa<strong>la</strong>bra, ni una, y el hijo <strong>de</strong> puta le bajó entonces<br />
<strong>de</strong> dos tirones el pantalón, le arrancó los calzoncillos<br />
y empezó a darle vueltas como a un maniquí para que<br />
se viese..., le patinó <strong>la</strong> voz a TioPedro, para que se viese...,<br />
y se quedó mirándome.<br />
Duró una eternidad el cruce <strong>de</strong> miradas entre mi tío y<br />
el señor Paco: Pierre, suspiró TioPedro con cara <strong>de</strong> profundo<br />
asco, ni aún así logró aquel cabrón hacerlo hab<strong>la</strong>r,<br />
¿sabes?, porque... al eunuco <strong>de</strong> regazo venusiano le faltaba...<br />
eso, pues sí, le faltaban, pero tenía más cojones que<br />
todos aquellos cabrones juntos, muchos más, y aunque<br />
conocía más que <strong>de</strong> sobra a esa... rata inmunda y sabía<br />
perfectamente quién era y dón<strong>de</strong> vivía y todo <strong>de</strong> él, no lo<br />
<strong>de</strong><strong>la</strong>tó, Pierre, no lo <strong>de</strong><strong>la</strong>tó, cerró los ojos y se mordisqueó<br />
nervioso el <strong>la</strong>bio:<br />
¿Sabes quién era esa rata... inmunda?, me preguntó<br />
con una sonrisa triste que a él sí que lo <strong>de</strong><strong>la</strong>taba;<br />
¿Mi padre?, imaginé;<br />
Sí, Pedrín, tu padre, mi padre, y no pu<strong>de</strong> no contárselo<br />
el día siguiente a Enríquez, y luego a Álvarez y luego a<br />
Ana, una historia que se extendió y que preparó lo que<br />
sólo en unas semanas iba a suponerme <strong>la</strong> <strong>de</strong>finitiva aureo<strong>la</strong><br />
entre mis compañeros, cuando una mañana <strong>de</strong> noviem-<br />
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